El ser humano tras poblar la Tierra por completo ha creado colonias para vivir a las que llama ciudades. Derrochamos energía de todos los tipos, un pecado capital en el mundo salvaje en el que nos desarrollamos como especie. La gran tribu global ha conquistado a todos.
El progreso de la corriente cultural dominante en el planeta es en realidad el culpable de la mayoría de las marginaciones que el ser humano se inflige a sí mismo. Estos son huaoranis, viven en las selvas húmedas de Ecuador, pero están siendo atacados sin piedad por la “Gran Tribu de la Corbata”.
Las grandes ciudades necesitan petróleo, en ellas todo el mundo vive a un extremo de la ciudad, pero trabaja en el otro, y cada día coinciden en interminables atascos que consumen millones de barriles de crudo. Muchos de ellos salen de aquí. Bajo el suelo ancestral de los huaorani hay petróleo sin extraer, todavía.
A mediados de los años 60 se encontró petróleo en el este de Ecuador. Durante su explotación se construyen redes de caminos y carreteras, bases de aterrizaje de helicópteros e instalaciones para los trabajadores. Se detonan explosivos cada cien metros para los análisis sísmicos, y por fin se abren los pozos, cada uno de los cuales daña unas 15 hectáreas de selva.
La contaminación por sulfatos, cianuro y mercurio inunda los ríos y el subsuelo.
Pero peor aún si cabe, es la destrucción de culturas como la de los huaorani, que son “invitados” a trasladarse a viviendas prefabricadas a cambio de ceder sus tierras a la explotación petrolífera.
Los antes orgullosos guerreros de la selva, son ahora extraños híbridos con chándal y plumas. Los mas viejos añoran su vida anterior, pero pronto morirán, y los jóvenes nacidos en el arrabal entraran a formar parte de los desheredados de la tierra.