Desde el principio de los tiempos los seres vivos aprendieron pronto que los sonidos constituyen un vector de comunicación extraordinario.
Toda comunicación por sonidos implica la existencia de un mensaje y de al menos dos interlocutores: el que emite y el que escucha.
Cuando ambos son de la misma especie se supone que van a sacar un provecho positivo de esa señal acústica, pero el problema puede surgir cuando los enemigos interceptan sonidos que no van dirigidos a ellos, y aprenden a utilizarlos contra el que los produjo.
Existe un código universal entre las especies animales según el cual todos reconocen de forma innata cuándo una voz es de amenaza ... cuándo se trata de una llamada desesperada ... o cuándo denota auténtico miedo.
Pero sin duda la cima del progreso de la comunicación por sonidos es el lenguaje humano; una combinación de tonos preestablecidos capaces de transmitir mensajes y sensaciones complejas.