Viajando por el oeste del país pasamos por Batumi, Guría y Svaneti, tres regiones situadas a orillas del mar negro.
Rumbo al Mar Negro, en el Paso Goderdzi, es frecuente divisar la presencia de pueblos nómadas que cultivan la tierra en un idílico entorno montañoso en el que predominan las brumas, el frío gélido y la lluvia. En invierno las nevadas se acentúan y estos lugareños ambulantes, en su mayoría musulmanes, bajan hasta los alrededores de Batumi donde la brisa subtropical es más favorable para la vida diaria.
Turismo histórico, alternativas de ocio durante todo el año y sol permanente es lo que ofrecen playas como Kvariati o Gonio, tranquilas, amplias, muy populares entre los ciudadanos del occidente georgiano, limítrofes con Turquía y muy cercanas a Batumi, ciudad costera con un llamativo Jardín Botánico en el que crecen miles de plantas exóticas y más de 100 especies de origen caucasiano. Pero lo que realmente marca el carácter cosmopolita de Batumi es su Puerto, la salida a Europa por el Mar Negro, la conexión marítima con el exterior de un país boyante gracias al perpetuo intercambio cultural, artístico y mercantil. Batumi, centro administrativo de la República Autónoma de Adjara, además de la mítica estatua de Medea tiene impresionantes monumentos urbanos que adquieren una espectacular belleza con la iluminación nocturna.
La Región de Guria está encima de la de Adjara, al oeste del país, y etimológicamente parece que su nombre significa “la tierra de los inquietos”, una calificación apropiada para una gente muy activa que además interpreta a la perfección un arte considerado Patrimonio de la Humanidad, los cantos polifónicos, melodías magistrales con un amplio repertorio de temas que a menudo proclaman nobles valores georgianos como la vitalidad y la paz.
En el Lago Paleastomi y los humedales del Parque Nacional Kolkheti se ven más de 21 especies de aves migratorias. Los humanos han vivido y viven en estas marismas desde hace siglos, aunque su aclimatación ha sido difícil porque este ecosistema fragoso es hostil y foco de enfermedades como la malaria en el pasado. Hoy, este tesoro natural, es un reclamo ecoturístico que aporta experiencias tan sorprendentes como la contemplación de los búfalos de agua, animales de una tonelada de peso que realzan la gran biodiversidad de un Parque con una superficie de 29.000 hectáreas y una profundidad de 10 a 15 metros en las zonas pantanosas, formadas por una capa de sedimentos acumulados durante 6.000 años.
El Museo-Palacio Dadiani, en Zugdidi, perteneció a una dinastía nobiliaria georgiana. Dentro hay multitud de piezas con valor histórico y objetos relacionados con Napoleón Bonaparte ya que Salomé Dadiani estrechó los vínculos europeos al casarse con Achille Murat, sobrino del emperador francés. Un poco más al norte, en Jvari, está la presa con el muro más alto del mundo, Enguri Dam, con 272 metros de altura; el suministro de agua procede del río Enguri que nace cerca del Shkhara, el monte más alto de Georgia, como alta es la ubicación de Mestia, en Svaneti y situada en un valle a 1.500 metros de altitud.
Durante milenios los reyes y hombres poderosos de Georgia escondían sus riquezas en el inaccesible territorio de la Región de Svaneti; hoy, algunos de esos valiosos tesoros se muestran al público en este Museo que reúne solemnes obras de orfebrería e iconos de los siglos IX al XIII.