Otro de los grandes vectores de la extinción surgió de la propia evolución de la Tierra: La tectónica de placas
Desde que se inició la vida la fragmentación y deriva continental supuso un cambio brutal en todos los ecosistemas terrestres y marinos. El movimiento de las placas tectónicas alteró corrientes, vientos, cursos fluviales; cambió la orografía, las costas, las islas. Los patrones del mundo se vieron trastocados.
Con el movimiento de las masas continentales los mares cambiaron afectando al clima de todo el planeta.
Hace sesenta millones de años el supercontinente Gondwana se fragmentó dando lugar a nuevos y poderosos océanos. Australia se independizó como isla y comenzó su lento camino hacia el norte. Las corrientes marinas cambiaron su flujo titánico rodeando al continente más austral de aguas frías. Y la Antártida se heló.
La dinámica tectónica y las repercusiones climáticas que conlleva han sido responsables de la desaparición de muchas especies. De hecho la primera gran extinción, hace 440 millones de años, se debió a la deriva hacia el sur del supercontinente Gondwana, lo que provocó una prolongada era glaciar en la que se extinguieron cerca del 75% de todas las especies del planeta.
Cambios globales de temperatura generaban glaciares o creaban desiertos. Fueron la causa directa de todas las extinciones masivas, incluso de la Gran Extinción de la era Primaria, cuando cerca del 96% de todas las especies vivas se extinguieron. Fueron cambios climáticos, sí, pero provocados en la mayoría de las ocasiones por un enemigo conocido que vino del espacio.
La vida es un proceso cambiante y cruel al que parece no importarle los individuos ni las especies, sino la propia continuidad de la vida.
Cada una de las grandes extinciones promovieron nuevos comienzos, nuevas eras de experimentación biológica donde la vida probaba sus prototipos aprendiendo de sus errores en un cambio sin fin.
Todo parece apuntar a que estas mortandades masivas son imprescindibles para la evolución, ese proceso mal conocido y difícil de entender que ha diversificado la vida haciéndola cada vez más compleja y especializada.
A lo largo de millones de años la vida se ha replanteado de forma constante; y aún lo hace en nuestros días. Pero, a diferencia de lo que parecía en un principio, los científicos están descubriendo que los supervivientes de estos procesos de extinciones masivas no son necesariamente los mejor preparados sino los que tienen más suerte. Y eso convierte la vida y su evolución en un inquietante juego de azar.
Los cambios globales, ya sean provocados por la creación y deriva de los continentes, el impacto de asteroides o las alteraciones químicas producidas por el metabolismo de millones y millones de diminutos seres fotosintéticos, han hecho replantearse la vida sobre la Tierra decenas de veces.
No importa lo poderosa o dominante que fuera una especie. Cuanto más especializada más dependiente era de la estabilidad de su medio. Pero en la Tierra nada permanece estable mucho tiempo.
La respuesta a nuevos retos dio lugar a la evolución.
De un ser unicelular a un vertebrado, de un pez con placas a un dinosaurio con plumas y de éste a un ave. El mundo no ha dejado de cambiar pero la vida siempre ha sabido amoldarse.