Peninsula Valdés surgió del mar hace millones de años en la región de la Patagonia Argentina, y hoy es un refugio para muchas especies marinas y terrestres.
Hace millones de años, las poderosas fuerzas que duermen en el interior de la Tierra levantaron la costa de la región de la patagonia Argentina. El litoral se transformó y una nueva península surgió del mar.
Los acantilados que la recorren todavía conservan las huellas de su pasado marino, fósiles que hablan de la riqueza de vida que ya habitaba estas aguas en tiempos remotos.
Hoy, esa riqueza todavía perdura y constituye la base alimenticia que mantiene a millares de mamíferos marinos que cada año eligen estas tierras como lugar de cría.
Península Valdés se ha convertido en un refugio único para aquellos animales marinos que dependen de la tierra firme para traer al mundo a su descendencia.
Lobos y elefantes marinos ocupan periódicamente sus playas, en un ciclo anual que viene desarrollándose sin interrupción desde hace miles de años.
Al igual que ellos, también las ballenas francas australes llegan cada año para procrear. La península es hoy uno de los últimos refugios de la Tierra que todavía acogen a estos colosos del mar. Como cada año, al llegar junio, la ballenas francas australes alcanzan las tranquilas aguas de los golfos Nuevo y de San José. Aquí permanecerán hasta noviembre, cuando marchen hacia las frías aguas del Atlántico Sur en busca del preciado krill, un pequeño crustáceo que forma la base de su alimentación.
Sus 14 metros de largo y 35.000 kg. de peso las convierten en los mayores visitantes que recibe la península.
Las aguas turbias donde nadan se encuentran saturadas de microorganismos que constituyen la base de su riqueza faunística. De ellos se alimentan los crustáceos y peces que a su vez servirán de comida para los grandes mamíferos marinos que visitan a la península.
El origen de tanta abundancia hay que buscarlo en la estratégica ubicación de estas tierras. Península Valdés está situada en la región Norte de la Patagonia argentina, en una zona donde confluyen corrientes marinas cálidas del Norte y frías del Sur que crean las condiciones apropiadas para que se desarrolle una gran diversidad de vida marina. Algo muy diferente a lo que ocurre en tierra firme, donde flora y fauna tienen que enfrentarse a un entorno mucho menos acogedor.
Las frías tierras de la península reciben pocas lluvias, menos de 250 mm. anuales. Su vegetación se compone casi exclusivamente de pequeños arbustos y hierbas, que son azotados por los continuos vientos que recorren la región en rachas que pueden alcanzar los 100 kilómetros por hora.
La fauna local también ha tenido que adaptarse a estas condiciones y no hay nada mejor que un tupido abrigo de lana para protegerse del frío. Los guanacos son los mayores camélidos que habitan Sudamérica y de ellos los que mejor se han adaptado a las duras condiciones de la península. Bueno, duras para ellos. Para algunos de sus vecinos, sin embargo, Península Valdés supone un paraíso climático en comparación con las frías aguas del Atlántico.
La península posee además otro inconveniente para la fauna local.
Como consecuencia de las condiciones climatológicas que padece, sus llanuras apenas están cubiertas de vegetación y no ofrecen ningún lugar donde ocultarse. Para los guanacos esto no supone ningún problema, pero para la mara o liebre patagónica, constituye un grave inconveniente.A partir del siglo XIX una nueva especie vino a unirse a la fauna local de la región: la oveja doméstica.
A pesar de la poca productividad de la tierra, que la hacía inservible para la agricultura, sus enormes praderas permitían la explotación de una ganadería extensiva, que pronto ocupó las vastas planicies patagónicas.
La presencia de las ovejas no sólo supuso un nuevo competidor sobre los escasos pastos de la región. Además trajo consigo la caza indiscriminada de la fauna local. Bien por ser perjudiciales para la ganadería o por el valor de su carne y en el caso de las aves de sus plumas, guanacos y ñandúes fueron sometidos a una presión cinegética que mermó de forma considerable sus poblaciones.
Hoy, afortunadamente, las diferentes especies que habitan la península se encuentran protegidas y ya no tienen que preocuparse por la presión humana, tan sólo por los predadores naturales que todavía habitan la península.