Los osos grizzly son animales solitarios, y a comienzos de la primavera el hambre les vuelve todavía más peligrosos.
El oso grizzly pertenece a la misma especie que el europeo, pero su mejor alimentación le permite alcanzar tamaños superiores. Frente a los 300 kilogramos y 2 metros de altura de un oso pirenaico, algunos ejemplares de la isla de Kodiak, donde se encuentran los mayores de Alaska, pueden llegar a pesar casi 1.000 kilos y medir más de 3 metros.
Los osos jóvenes permanecen tres años junto a su madre, tras los cuales comienzan su vida en solitario. A partir de entonces ya no recibirán protección ni ayuda y en poco tiempo los compañeros con los que ahora juegan serán sus rivales.
Los osos grizzly son animales solitarios y, a comienzos de la primavera, el hambre les vuelve todavía más peligrosos, así que cuando un macho adulto se acerca a un grupo de jóvenes lo mejor es dejar los juegos y poner tierra por medio para evitar posibles problemas.
En épocas de hambre los osos adultos pueden llegar a matar y comer crías de su misma especie, por lo que toda precaución es poca.
A medida que avanza el verano los osos grizzly abandonan los pastos para visitar las playas que habrán de traerles el preciado maná.
Con suma tranquilidad recorren la orilla mientras la examinan en busca de alimento. Pero este año el regalo del mar viene con retraso. Por ahora en la playa sólo se pueden encontrar algas y algún que otro pez muerto. Nada interesante para sus estómagos vacíos.
Tras husmear en la arena en busca de algo que comer, el macho grizzly comprende que todavía es pronto. La espera puede ser larga así que lo mejor será ponerse cómodos y fabricarse un buen asiento en la arena blanda. Ahora sólo queda tener paciencia
Este ha sido el primero, pero no es el único que se acerca a la costa. Pronto llega otro ejemplar adulto con intenciones similares y comienzan las disputas por ver quien se queda con el mejor puesto de la playa.
El perdedor tampoco necesita alejarse mucho. A los pocos metros comienza de nuevo su recorrido de reconocimiento en busca de comida.
En poco tiempo ambos se verán acompañados por diferentes osos que al igual que ellos han abandonado las praderas y examinan el agua con impaciencia.
Todos los osos están esperando la llegada de los salmones, su única esperanza en esta tierra fría y hostil. Cada año los miles de ejemplares que regresan a sus ríos de origen sirven de alimento para la fauna local y le aseguran las reservas necesarias para soportar las duras condiciones del invierno. Ellos son el maná venido del mar, las reservas de proteínas y grasas que todos ansían. Los salmones son la vida.