Bárbara Harrison, tras 50 años de trabajo, creó al Centro de Rehabilitación de Orangutanes de Sepilok, en las selvas de Borneo.
La destrucción de las selvas arrastró a sus especies, muchas endémicas y amenazadas. Una vez más la dependencia entre ellas mostraba el peligro de destruir parte del tejido en el que se sustenta la vida.
Para los orangutanes, cuya dieta abarca más de 400 tipos de frutas, hojas, flores y cortezas diferentes, la pérdida de la selva suponía quedarse sin alimento y, por lo tanto, iniciar un rápido camino hacia su extinción.
Pero por suerte para la selva y para los orangutanes, estos grandes simios han captado la admiración y simpatía del público y ahora son la punta de lanza de los conservacionistas en Borneo; la última esperanza de sus selvas amenazadas.
Todo comenzó cuando Bárbara Harrison, del Museo de Sarawak, tuvo la idea de socorrer a los orangutanes huérfanos capturados por los madereros y enseñarles a valerse por sí mismos en libertad. La tarea no resultó fácil porque los orangutanes tienen una infancia muy larga donde dependen exclusivamente de sus madres que les enseñan, no sólo qué comer, sino cómo obtener y preparar su comida. Pero ésto no desanimó a Bárbara Harrison.
Su iniciativa ha dado lugar, tras 50 años de trabajo, al Centro de Rehabilitación de Orangutanes de Sepilok.
El trabajo en el centro está dando resultados que van más allá de la reintroducción de los orangutanes. Porque desde aquí se está empezando a concienciar a ciudadanos y gobiernos de la necesidad de conservar las últimas selvas de Borneo. Y la clave, una vez más, es el público que llega atraído por estos expresivos primates que tanto nos recuerdan a nuestra propia especie.
El turismo que llega a Sepilok está cambiando la forma de pensar de las gentes locales. Los visitantes no sólo dejan dinero sino que demuestran la admiración y el interés que el patrimonio natural de la isla suscita en el mundo.
Las madereras que provocaron los incendios que han devastado las selvas de Borneo se han quedado sin el apoyo de los gobiernos de la isla que están empezando a pasar las concesiones a ONGs dispuestas a pagar por conservar. Estas ONGs demuestran que la conservación resulta rentable y abre los ojos a políticos y nativos locales que están empezando a ver en las selvas su seguro de vida.
Al disminuir la deforestación algunas especies que parecían abocadas a la extinción han vuelto a tener esperanzas de futuro. Animales como este rinoceronte de Sumatra, el más antiguo y amenazado entre las cinco especies de rinoceronte del mundo, han empezado a aumentar muy lentamente su número.
Y poco a poco el milagro parece hacerse realidad y nuevas selvas empiezan a plantarse allí donde se las había talado y quemado durante generaciones.