La ballena franca austral regresa cada año a las aguas de Península Valdés para criar a sus ballenatos.
A mediados del año un nuevo sonido se oye en el mar. La ballena franca austral ha regresado a Península Valdés.
Como cada año unos 600 ejemplares de esta especie están llegando a las tranquilas aguas de los golfos Nuevo y de San José. Al igual que los lobos y elefantes marinos las ballenas son mamíferos que se han adaptado a la vida marina, pero ellas han llegado más lejos en su evolución. Sus extremidades no conservan nada que pueda recordar su anterior vida terrestre y su enorme peso les impide salir a tierra. Tampoco lo necesitan, porque las ballenas, al contrario que los lobos y elefantes marinos, se reproducen en el agua.
A pesar de la riqueza de estas turbias aguas, Península Valdés no es un área de alimentación para las ballenas. De hecho su estancia aquí supone un período de ayuno en el que tendrán que vivir de las reservas de grasa que acumularon durante su larga estancia en el océano. A pesar de ello las aguas de la península, siguen siendo el destino elegido para llevar a cabo dos misiones fundamentales: aparearse y traer al mundo a sus crías.
Hubo un tiempo, sin embargo, en que esta imagen estuvo a punto de desaparecer.
La lentitud de la ballena franca, el hecho de flotar una vez muerta y la gran cantidad de grasa que contenía, hicieron de ella un objeto de codicia para los balleneros. Península Valdés dejó de ser un lugar seguro y poco a poco las ballenas dejaron de visitarla. Sólo años después de ser protegida los cetáceos regresaron al viejo santuario para criar de nuevo en él. Hoy, más de cincuenta años después de la prohibición, la costa se vuelve a llenar de adultos y jóvenes que nadan tranquilos en sus seguras aguas.
Madre y cría permanecen juntas durante un año, que es lo que dura la lactancia. Esta dependencia, unida al largo embarazo hace que sólo se reproduzcan cada 3 años, un gran obstáculo para la recuperación de sus poblaciones.
Las ballenas francas presentan desde pequeñas unas callosidades en la cabeza que las diferencian de otros cetáceos. Sobre ellas se instalan infinidad de pequeños crustáceos parásitos blanquecinos. Para librarse de ellos las ballenas recurren a un método realmente espectacular. Según algunos zoólogos, estos impresionantes saltos les sirven para desprenderse de los parásitos, aunque hay quien afirma que su único objetivo es sencillamente la diversión. En uno u otro caso lo que supone, sin duda alguna, es una demostración de su increíble fuerza, capaz de elevar a estos monstruos por encima del agua.
Ya al nacer los pequeños ballenatos miden nada menos que 5 metros y su peso puede superar los dos mil kilos. Y esta situación dura poco, ya que durante los dos primeros meses de su vida crecen a un ritmo de tres centímetros y medio por día, todo un récord en el reino animal.
Durante estas primeras etapas de crecimiento la madre cuida con verdadero cariño a su cría, a la que ayuda incluso a respirar. Para hacerlo se coloca bajo ella y la abraza mientras la lleva a la superficie.
CC BY-NC-ND 2.0 - KARTENN - Puerto Pirámides, Península Valdés (Argentina)