Los bosquímanos salen a cazar en fila de a uno y con las tareas asignadas, en una persecución que puede prolongarse de horas a varios días.
El grupo reanuda la marcha. Siempre que los bosquímanos salen de caza caminan en fila de a uno. Tuka es el mejor cazador, el debe ser quién mate al animal y sobre él recae la responsabilidad de que la caza sea un éxito o un fracaso. A partir de ahora él tomará el mando de la operación. Una vez elegidas las flechas que tienen el veneno más fresco, Tuka ocupa la primera posición en la fila.
La caza ha comenzado. Un orix macho ha sido alcanzado. Si la flecha ha alcanzado una zona sensible como el cuello o los pulmones, el orix caerá muerto en cuestión de horas, pero si no es así la lenta persecución puede prolongarse varios días.
El orix ha sido alcanzado en el pulmón derecho, produciéndole una muerte lenta y dolorosa. En cualquier caso los bosquímanos son los seres más respetuosos con el medio en el que viven y así lo reconocen muchos antropólogos.
Al cazar tienen cuidado de no herir a las hembras y a los cachorros; solo recolectan lo estrictamente necesario para alimentarse y en sus fuegos utilizan la mínima cantidad de leña. En definitiva han armonizado durante milenios con lo que hoy se consideran entornos marginales. Con esta carne tienen asegurada la comida para un par de semanas. La conservan ahumándola y es propiedad de toda la comunidad.
Cuando la carne llega al poblado, un catador, normalmente un anciano, tiene la obligación de probarla antes de que nadie empiece a comer.
En el poblado de Chonwati, Kushai, Samgao, Tuka y Bo, se reúnen con su familia en torno al fuego sagrado. Con esta danza agradecen a los buenos espíritus el éxito de la caza y la abundancia de comida.