Ballenas | Un Mundo Frágil (Parte 7)

Desde 1.983 Península Valdés es un santuario para los grandes cetáceos australes.
Aquí descansan y se reproducen las grandes ballenas francas y su número se ha ido incrementando paulatinamente. Pero en nuestro mundo pragmático la conservación sólo se hace posible si trae de la mano ingresos a las poblaciones del lugar en que se practica, así que con la creación del parque natural se desarrolló, paralelamente, una industria turística que ha demostrado ser muy lucrativa. Hasta aquí todo iba perfectamente. Pero en todo el proceso hubo algunos pequeños eslabones que no habíamos tenido en cuenta. Y uno de ellos fueron las gaviotas.

Las gaviotas y algunas otras aves marinas como págalos y petreles, son grandes oportunistas. En las costas australes aprovechan todos los recursos alimenticios que hay, y de forma natural se han alimentado de peces, cadáveres arrojados por el mar, moluscos y, en la época de puesta, de pollos y huevos de diversas aves marinas. 

Eran recursos limitados que limitaban a su vez las poblaciones de estos oportunistas del mar. Hasta que el turismo llegó a Valdés.

Hoy hay tantas gaviotas que atacan a las grandes ballenas descarnando sus espaldas hasta el punto de obligar a los cetáceos a cambiar su comportamiento.

La creciente llegada de turistas hizo crecer de forma inmediata las poblaciones adyacentes a Valdés. Los hoteles, posadas, restaurantes y tiendas de artesanía se multiplicaron. Pero nadie se ocupó del control de los residuos y grandes vertederos crecieron con las poblaciones. Los vertederos se convirtieron en fuente inagotable de alimento para págalos y gaviotas y sus poblaciones crecieron de forma alarmante. Y hoy, paradójicamente, las gaviotas se han convertido en el mayor peligro para las ballenas que protege el área de Península Valdés obligando al hombre a buscar nuevas soluciones.