El tiburón blanco solo ataca a hombres por error o autodefensa, aunque los ataques a humanos se han dado produciendo graves mutilaciones.
La leyenda negra del tiburón blanco se ha forjado basándose en exageraciones. Su fama de Leviatán devorador de hombres es absolutamente desmedida, pero ha servido de excusa para que se les haya pescado sin control durante décadas. Su imponente aspecto hizo de ellos el objeto mas codiciado por los buscadores de trofeos.
Pero los ataques a humanos han sido pocos, y curiosamente muchísimas de las víctimas han sobrevivido; como estos tres hombres mutilados, que dedicaron su vida a matar tiburones blancos tras ser atacados por ellos.
¿Por qué un predador tan eficiente ha dejado tantos hombres vivos?
El mito del devora-hombres que comenzó con la reconstrucción de la mandíbula gigantesca de un pariente ya extinguido del gran blanco, se está cambiando poco a poco por la fascinación ante un animal único.
Antes los barcos zarpaban con la intención de matar uno, ahora lo que quieren es fotografiarlos y filmarlos, porque la comunidad científica ha dado la voz de alarma: se trata de un animal vulnerable que podría desaparecer si continúa el abuso.
Una prueba del acoso al que ha sido sometido el gran blanco, es que cada vez cuesta mas esfuerzo dar con él. Las zonas más querenciosas son en Sudáfrica y aquí en Australia, precisamente coincidiendo con la abundancia de colonias de focas y otarios.
El tiburón blanco posee la curiosidad de todo merodeador, por eso es probable que acuda a un conjunto de estímulos que se le han preparado.
Las jaulas garantizan la tranquilidad de los cámaras, puesto que con sus aletas y trajes de neopreno, se parecen peligrosamente a los osos marinos que los blancos suelen comer.
Al morder para probar queda enganchado por el cabo y no le gusta. Se pone nervioso y tira zarandeando la jaula con su contenido.
Un encuentro violento, provocado, pero casi la única forma de tener contacto con este misterio de los océanos.
Está mirando con sus ojos negros, cuya aparente frialdad es lo último que ven sus presas. Realiza la llamada “ronda del miedo”, una maniobra típica que ya practicó con el desafortunado osito marino, pero esta vez detecta elementos extraños a su alrededor.
Cuando imágenes de este tipo han sido malinterpretadas, se ha dado un retrato erróneo de este animal.
Para él esta situación es muy extraña y no corresponde a sus parámetros habituales, pero nos permite admirar al más temido depredador del planeta.
Son difíciles de encontrar, hay que atraerlos con grandes cebos, es casi la única forma de verlos. Pero cuando el gran blanco acude a estos encuentros, su comportamiento nervioso es fruto del olor a sangre y del estrés que le produce la embarcación y el hierro de las jaulas. Muerde porque una situación así insulta a sus finos sentidos, pero atrae a su curiosidad de cazador.
Ahora sabemos que el tiburón blanco solo ataca hombres por error o autodefensa, al confundirlos en aguas turbias con sus presas habituales los osos marinos. Ahora entendemos porqué en esos casos muerden una vez y sueltan la presa al comprobar la textura y el sabor humanos, que no les gusta. Ahora sabemos que mueren muchas mas personas cada año en el mundo por causa de los rayos, o de las abejas, que por el ataque de estos animales.
Su discreción es tal, que en mares donde no quedan ya casi focas y los tiburones blancos devoran otras presas que no se parecen al hombre, no solo no hay ataques, si no que la gente ni siquiera sospecha que existen. Esto ocurre por ejemplo en las costas mediterráneas de España, donde los millones de turistas que se bañan en las playas ignoran que comparten el agua con este animal.
El gran blanco, que llega a vivir unos 40 años, no alcanza la madurez sexual hasta los 10 años de vida, ello unido a su baja tasa de natalidad, hace que sus poblaciones puedan estar seriamente dañadas.
Este animal fantástico es un símbolo del mar en el que vive, un mar al que poco a poco vamos dando mordiscos, mucho mas peligrosos que los del gran blanco. El gran blanco es relativamente fácil de defender, pero existen otras 350 especies de tiburones que están sufriendo cada vez más los efectos de la sobre pesca sin que casi nadie se fije en ellos.
Recientes investigaciones biológicas sobre el increíble metabolismo de los tiburones, apuntan posibles remedios contra multitud de enfermedades humanas, entre ellas el cáncer.
Los dos tipos de ecosistemas marinos que rodean a Australia, el dependiente de los nutrientes antárticos, frío y turbio, y el que se nutre directamente del sol, luminoso y cálido, nos han enseñado solo una pequeña parte de sus muchos secretos.
Nadie sabe aún cuántas respuestas nos esperan en estas aguas, pero algo es seguro, en el fondo azul sin horizonte, en el abismo salado en el que viven todas estas criaturas, solo uno es el rey.
Carcharodon carcharias, la muerte blanca.