Lobis y Bilfó son grupos etnicos procedentes de Burquina Fasso y viven asentados en el nordeste del país.
Hasta hace poco, Lobis y Bilfó eran cazadores nómadas, pero ya son sedentarios. Forman poblados sin una estructura determinada, un poco anárquicos, diseminados en el interior de la sabana boscosa.
Sus casas, llamadas sukalas son unas construcciones muy especiales, totalmente distintas a las de los demás grupos étnicos de Costa de Marfil.
Están construidas con adobe. Unos grandes pilares de madera sustentan el piso de arriba que es una azotea. Son de diferentes tamaños según lo numerosa que sea la familia que lo habita.
La azotea sirve para secar el mijo y el maíz.
Los lobi son uno de los grupos menos evolucionado de Africa occidental. Muchas mujeres lucen todavía el adorno tradicional, dos piedras blancas que ensartan en sus labios taladrados
En la planta baja de los sukala guardan el ganado y los utensilios domésticos.
Las habitaciones son grandes, incluida la cocina que tiene un pequeño patio por donde sale el humo del hogar. Es normal que en cada sukala vivan hasta tres generaciones.
Una angosta abertura en una de las paredes de la cocina da paso al santuario familiar, Aquí guardan los fetiches de sus ancestros.
Nuestro equipo de filmación grababa en este poblado bilfó, cuando sucedió algo inesperado y trágico.
La gente corría hacia un sukala cercano. Las mujeres proferían desgarrados gritos y el llanto comenzó a escucharse en toda la aldea.
Pronto supimos lo que sucedía, un niño de 10 años acababa de morir víctima del paludismo. El dolor de estas gentes nos partió el alma. Las mujeres levantaban sus manos hacia el cielo y entre sollozos balbuceaban plegarias. Luego, gritaban el nombre de dios con la familiaridad con la que se le habla a alguien muy próximo, a alguien que estaba junto a su profundo dolor.
Enseguida llegó la música Como siempre en Africa, el tam-tam llegó. Todos se levantaron, sin duda la estaban esperando.
El sonar de los tambores y el balafón nos hizo reaccionar. Y comenzamos a percibir el Africa profunda con sus miserias y su grandeza, ese Africa humana que se expresa con el sonar del tam-tam y que es capaz de llorar bailando.
Para estos pueblos la muerte tiene un significado distinto al nuestro, el difunto pasa a formar parte del mundo paralelo y próximo de los espíritus. Pero tiene que darse cuenta de que se ha muerto, se tiene que marchar para no molestar a los vivos, por eso los gritos y la música.
Para muchos africanos, la enfermedad tiene una dimensión religiosa. Los enfermos sienten que algo malo les ha invadido y les ha provocado una dolencia concreta. Sea la patología que sea, creen que su génesis reside en un conjuro, por eso acuden a los curanderos, a la medicina tradicional.
Las mujeres fetiche de los uñí son las más reputadas curanderas de Costa de Marfil. Mediante la invocación a sus espíritus amigos, son capaces de extirpar la enfermedad de aquellos que han sido víctima de algún hechizo.
Es cierto que pueden dar sosiego espiritual a un paciente que, por ejemplo, esté afectado por el paludismo y piense que el mosquito que le ha transmitido la enfermedad se lo mandó una tercera persona para hacerle daño. Lo triste es que si no le administran quinina, morirá aunque le hayan extirpado al propio diablo.
Así es Africa y así seguirá siendo, con su sabiduría y su torpeza, pero también con su misteriosa magia que nos seguirá fascinando.