Sonidos de la Tierra, Comunicación entre especies (Parte 2)

Desde el principio de los tiempos los seres vivos aprendieron pronto que los sonidos constituyen un vector de comunicación extraordinario.

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Hasta ahora hemos visto sistemas de sonidos que transmiten información de un miembro a otro de la misma especie, pero en el planeta existen animales muy diferentes que han llegado a curiosos acuerdos biológicos acerca de sus llamadas, en especial las de alerta; así ocurre aquí, en India.

Los chitales son un tipo de ciervo que vive en esta zona al que le gusta pastar junto a unos curiosos compañeros simios, los langures. El caso es que los langures tienen montado un sistema de vigilancia muy eficiente a base de ojeadores apostados en lo alto de los árboles que están en permanente contacto visual unos con otros.

Los langures tienen buena vista, pero al bajar al suelo a complementar su dieta pierden la perspectiva y se vuelven vulnerables. Por eso con el apoyo del olfato y el oído de los chitales se sienten más seguros. Entre unos y otros toda precaución es poca porque comparten el bosque con el mayor asesino de Asia, y ambos forman parte de su menú habitual.

El tigre indio alcanza los 260 kilogramos de peso, por eso a pesar de su pelaje críptico le cuesta pasar inadvertido cuando se mueve. Sobre todo si hay centinelas de guardia en casi cada árbol de la zona. Cuando un langur ve al tigre da la voz de alarma.
Esta asociación entre langures y chitales junto con otros factores, hace que el tigre sólo mate una de cada veinte veces que lo intenta, y obliga a menudo al gran cazador a recorrer mas de veinte kilómetros para cobrase una pieza.

Al otro lado del mundo, vive un animal cuyos alaridos también le sirven para sobrevivir. El diablo de Tasmania es un marsupial carnívoro al que le gusta mucho comer carroña. Cuando dos de ellos se encuentran junto a un cadáver resuelven sus diferencias a gritos.
Estos bufidos desmesurados sirven para evitar que los contendientes se peleen de verdad causándose heridas graves con sus potentes colmillos. En realidad ni siquiera se tocan, aquel de ellos que grite más al otro conseguirá ganar sin un rasguño.

Inmerso en los Himalayas Indios, se extiende el Valle de Ladak, llamado el “Pequeño Tibet” por ser el refugio de la espiritualidad y cultura tibetanas en el exilio. 
Cada año se celebra un festival de danzas llamadas “cham” que representan el temor a los demonios. Los monjes danzantes capturarán a los espíritus malignos con un cuenco que portan en su mano izquierda. Cada sonido y movimiento tiene su significado a favor de los dioses protectores que operan en contra de esos espíritus malignos.

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