Alaska Salvaje 4

Alaska tiene el privilegio de tener una bajísima densidad de población. Es por tanto uno de los últimos territorios vírgenes donde la naturaleza aún se manifiesta en su primitivo estado salvaje. Pero es un paraíso frágil que nada en una importante reserva de petróleo lo que hipoteca su futuro a una adecuada actuación de los hombres.

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Alaska, el extremo norte de América. 1.530.700 km2. que albergan más de la mitad de las tierras protegidas de los Estados Unidos, convierten al estado número 49 en un paraíso para la naturaleza.

Alaska está dividida en tres grandes regiones: las montañas del Pacífico, a lo largo de la costa meridional, las llanuras y mesetas centrales que baña el río Yukón y la vertiente norte o zona ártica septentrional, un territorio de hielos, frío y tundra.
Las condiciones climáticas del extremo norte son muy duras. Los veranos carecen de noches y son frescos y muy cortos, mientras los inviernos son largos, oscuros y muy fríos. Durante ocho meses al año las medias diarias son por debajo de 0ºC. Estas regiones son el dominio de la tundra, palabra que proviene del finés “tunturi” que significa “llanura desprovista de árboles”. Por debajo de la capa superficial el suelo permanece helado todo el año. Este permafrost impide el desarrollo de los árboles y sólo crecen pequeñas plantas rastreras, arbustos bajos, plantas herbáceas, musgos y líquenes.
Hacia el interior, el cambio en la vegetación marca la frontera entre la tundra y los bosques de coníferas de la taiga. Es una franja de transición donde muchas de las especies arbóreas se encuentran en forma de arbusto por las condiciones de tensión en las que se desarrollan; mientras persisten los arbustos, líquenes y musgos de la tundra.

La dura climatología invernal de la tundra ha impuesto también a los animales que la habitan el desarrollo de estrategias de supervivencia y las especies optan entre tres alternativas: o emigran evitando el invierno, o se ocultan al resguardo hasta la llegada de la estación cálida o se enfrentan abiertamente al clima con adaptaciones fisiológicas especiales.

Los bueyes almizcleros entran dentro de este último grupo. Tienen patas cortas, cuerpo robusto y una capa de pelo largo y espeso que minimiza las pérdidas de calor corporal. Además cuenta con una capa de grasa subcutánea que acumula en los meses de verano y le sirve de reserva energética durante el largo período invernal.


La llegada del deshielo es el comienzo de la época de abundancia. Los animales salen de su letargo invernal, hay nuevos pastos para los herbívoros y toda la comunidad encuentra alimento fácilmente.

La primavera es también el momento en el que muchos animales traerán al mundo sus crías. Algunos como los caribúes migran desde la taiga a la tundra del norte mientras otros como los wappities permanecen al abrigo de los bosques de coníferas aprovechando la explosión de materia vegetal para reponer las grasas perdidas durante el invierno.
En los primeros días de junio los ríos de Alaska son el escenario anual de la llegada de millares de salmones de distintas especies que vuelven de su estancia en el mar para desovar y morir en las aguas en las que nacieron.

Alaska es una tierra de osos. Hay entre 4.000 y 6.000 osos polares, más de 50.000 osos negros y entre 35.000 y 45.000 osos pardos que, aunque son la misma especie que el oso pardo europeo, en América alcanzan mayor tamaño y aquí, en Alaska, adquieren su máximo desarrollo con la subespecie conocida como oso Kodiak, un animal que puede llegar a medir más de cuatro metros y a pesar 1.200 kilos.

La pesca y la industria forestal son dos pilares de la economía del estado que dependen directamente de la naturaleza salvaje. En los fiordos existen distintos pueblos de pescadores que viven de la pesca del salmón y por lo tanto de la salud ecológica del agua y los fondos marinos. Sólo gracias a las ayudas del gobierno pudieron superar los años siguientes a la tragedia del Exxon Valdez y todavía hoy comprueban en sus capturas que el ecosistema no se ha recuperado por completo.
Al dañarse la base de la cadena ecológica todo el sistema sufre las consecuencias. Los animales más visibles como los peces o las aves vuelven paulatinamente, pero sin la base de la pirámide alimenticia sus poblaciones disminuyen y los animales son menos desarrollados y fuertes.

Alaska es uno de los últimos territorios vírgenes donde la naturaleza aún se manifiesta en su primitivo estado salvaje.  Hará falta que el entendimiento y la apreciación del incalculable valor ecológico de estas tierras prime sobre los rápidos beneficios económicos para que Alaska siga siendo la última frontera para las generaciones futuras.

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