En la antiguedad, Tasmania era un lugar misterioso desconocido al que llamaban Terra Australis Incógnita.
Los antiguos griegos dedujeron que en el Hemisferio Sur debían existir enormes masas de tierra inexplorada. Un lugar misterioso y rico en oro, con clima templado y nativos dóciles.
Los exploradores españoles y portugueses buscaron en vano ese continente perdido al que todos llamaban ya Terra Australis Incógnita
Cuando los primeros colonos blancos arribaron aquí, encontraron un mundo diferente cuajado de selvas imposibles y criaturas extrañas. Un territorio olvidado por el tiempo, un mundo extraviado en las brumas de la evolución, el espíritu primigenio del desaparecido supercontinente llamado Gondwana.
Nada les era familiar, pero nadie dudó de que era una tierra de esplendor salvaje, un estallido ancestral de vida.
Esta es la historia de un lugar atrapado en su propia cápsula del tiempo, que se vió invadido de pronto por seres ajenos: el testimonio de las últimas criaturas de una creación independiente, el legado de un linaje de perdedores en el extraño juego de la evolución.
Dos de ellos fueron cautivos de destinos diferentes que les han llevado a moverse en el difícil margen que separa la leyenda de la extinción.
Vamos a una isla en la que nadie está a salvo.
Tasmania es una isla situada al sur del continente australiano, del que se separó definitivamente hace unos trece mil años. Este aislamiento se produjo tras milenios de evolución conjunta, de tal modo en Tasmania se han conservado hasta ahora reliquias de un arcaico bosque universal que rodeaba la tierra hace 250 millones de años.
Entonces toda la tierra emergida del Hemisferio sur formaba un gran bloque compacto, el supercontinente llamado Gondwana.
Las pruebas de ello se encuentran en las costas que, desgajadas unas de las otras, conservan testimonios geológicos comunes.
Gondwana incluía las actuales tierras de Australia, Antártida, Africa, Suramérica y la India.
La división del Supercontinente trajo grandes cambios; fuerzas titánicas crearon nuevos mares desplazando continentes y enfriando el clima.
Australia junto con Tasmania emigraron al este de la Antártida.
Los costurones de la gran rotura cicatrizaron en los fósiles de criaturas que vivieron en aquella época, y que pueden encontrarse ahora en todas las piezas del colosal rompecabezas. A pesar de las enormes distancias actuales, los bordes delatan que estas costas y las de Sudámerica son cortes de la misma tarta.