Posado en las ramas, el azor, también conocido como el halcón fantasma, vigila sigiloso a sus presas, sobre las que se abalanza de manera implacable.
Los sistemas forestales más frondosos son el feudo del azor o halcón gavilán, quien planeando elaboradas tácticas y emboscadas, da caza a un amplio rango de presas, sobre las que se abalanza certera e implacablemente.
Excepcionalmente adaptado a la densidad de estos bosques, se posa en las ramas altas, donde pasa totalmente desapercibido, sin perder el menor detalle de lo que ocurre a su alrededor, no en vano es conocido como el halcón fantasma.
Un azor adulto, apenas falla sus ataques, la experiencia les hace ser selectivos y certeros. Sus propios pollos dependen, para sobrevivir, de un continuo suministro de alimento durante sus primeros meses.
300.000 células foto-receptoras por milímetro cuadrado confieren a la vista del azor una extraordinaria precisión. Nada escapa a la inquisidora mirada del fantasma del bosque.
Esta veterana hembra tiene que llevar comida a su nido, pero sabe que debe aguardar pacientemente, a que alguna joven y confiada ardilla baje al suelo, descuidando su retaguardia.
Por su preciso vuelo entre las ramas, contundencia y temperamento, el azor es el auténtico amo y señor del bosque.