Australia. El Gran Tiburón Blanco | Mimetismo y Camuflaje

El mimetismo y el camuflage son las artes de las que hacen gala especies como la sepia o el dragón de mar, con las que se zafan de depredadores como el tiburón o la raya.

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Los maestros del mimetismo son sin duda las sepias, que pueden controlar a voluntad sus células pigmentarias según la situación o el estado de ánimo. Una habilidad muy útil cuando los depredadores patrullan tras un descuido.

Éste es un tiburón heterodontiforme, especializado en detectar invertebrados ocultos en la arena.

Esta raya es también un peligro para todo el que le quepa en la boca, y busca su comida paseando sus sensores de caza a ras de fondo.

Los mares australes de agua templada guardan siempre sorpresas, sobre todo cuando buscamos entre sus especialistas en camuflaje. Precisamente aquí, nadan dos de los más increíbles disfraces del reino animal.

Los dragones de mar no viven en ningún otro lugar del mundo, esta es la especie llamada algácea, buscando presas entre las frondas. 

Pero este estilo llega a su clímax con la otra especie que habita estas aguas: el dragón marino foliáceo, un pez barroco emparentado con los caballitos de mar.

Como el sueño de un loco, se desliza gustándose en su mundo vertical. Atrapa por succión larvas de peces y crustáceos, que mueren sin saber quién les devoró. Son animales muy sensibles; la luz, la presión o el estrés les afectan enormemente. No soportan ninguna ordinariez en su vida exquisita que dura unos 7 años. Su biología es un enigma, y tal vez sea mejor así. 

La abundancia de peces ligados a los bosques de kelp y laminarias, atrae también hasta aquí a los osos marinos, que pronto establecerán sus colonias de cría en las zonas más rocosas. Pero no pueden olvidar que esta es una costa peligrosa. Cuando se internan en el agua en busca de sus presas habituales, tratan de no alejarse más de lo preciso, y de mirar siempre hacia el fondo azul, el lugar donde vive el gran asesino. Los osos marinos son animales fuertes y excelentes buceadores, sin embargo tratan de no nadar nunca solos.

La técnica de nadar en grupos es practicada en general por todos los peces que viven en aguas abiertas. Sin la protección del suelo o las algas, lo mejor es esconderse detrás de un congénere, confiando en que en caso de ataque, sea otro el elegido. Sincronizando sus movimientos gracias al carenado nervioso que recorre sus laterales, los bancos de peces como estas barracudas, son a la vez depredadores y presas potenciales.

Pero las aguas abiertas son un lugar muy duro para vivir; solo algunos privilegiados con el tamaño suficiente como para ser respetados, pueden peregrinar como sombras filtrando lo único que abunda: el diminuto plancton que esta manta diablo devora por kilos.

Los demás, pequeños y vulnerables, tratan de formar con sus cuerpos unidos un ser más grande que disuada a los cazadores. En caso de ataque, la confusión es tal, que es más que probable que ninguno sea atrapado.

Estas especies que nadan sin contacto con el fondo, se denominan “pelágicas”, y sacan buen provecho del regalo de la Antártida.

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