Tribus y Animales Totémicos

Nuestros antepasados Homo empezaron a comer más carne que ningún otro primate. Ese cambio de dieta les permitió acortar el tubo digestivo y aumentar el tamaño del cerebro.
Muy pronto, la mente humana comenzó a asociar a los animales con sus supuestos poderes: nacían los animales-tótem. 
La capacidad de abstracción del cerebro humano quiso ver mas allá buscando en ciertos animales la encarnación de espíritus y dioses.

El universo intelectual humano comenzó a tratar de manipular ese mundo mágico, y en lo más profundo de cuevas rituales dibujó a los animales cuyos espíritus podían darle su fuerza.
El mundo nunca volvería a ser el mismo, una realidad subjetiva había nacido dentro de la cabeza del último primate. El bisonte ya no sería solo un animal, desde ahora los compañeros de evolución biológica del hombre entraron a formar parte de sus ritos.
Esta extraña relación del hombre con la naturaleza se convirtió en una lucha de dominio, una lucha que aún hoy continúa.

En una franja que va desde la India hasta Australia, incluyendo toda Indonesia, vive el reptil mas grande del mundo. 
Es el cocodrilo marino, un animal que no podía pasar desapercibido para el ser humano en el Hemisferio Sur.
Según la creencia de unas tribus de la zona, el cocodrilo creó la tierra a partir del agua y en ella hizo una gran grieta con la que copuló.
De esta unión nacieron las plantas, los animales y los hombres. Cuando abrió sus fauces, la mandíbula inferior cayó a tierra y la superior creó el cielo.

Los aborígenes australianos tienen su propia respuesta pintada en las rocas de su tierra.
La cultura aborigen gira alrededor de los ancestros espirituales de lo que ellos llaman “el Tiempo de los Sueños”, y es transmitida de una generación a otra a través de estos dibujos apoyados en la tradición oral.
El “Tiempo de los Sueños” explica la creación de la tierra y de todos los seres vivos, siempre bajo las notas mágicas del instrumento sagrado, el “digeridoo”.
Se trata probablemente del Génesis más antiguo conocido, por lo menos el que ha llegado hasta nosotros todavía vivo en las gentes que lo creen.

Al otro lado del planeta, en las selvas húmedas de América del Sur, vive un animal cuyo poder se asoció siempre a los temores y anhelos de cuantas civilizaciones convivieron con él.
Y sigue siendo el Rey, el felino más grande del Hemisferio Occidental: el jaguar.
Hoy en día el gran gato ya no ocupa tanto territorio como antes. Cuando convivió con las culturas preincaicas de Perú, había jaguares en los desiertos y las montañas además de en las selvas. Pero las huellas de la leyenda siguen ahí. 
En el arte simbólico de los yacimientos arqueológicos aún huele a sangre fresca.

Millones de años de cambios en el Planeta Tierra han dado como resultado un entorno diverso, un conjunto de escenarios en los que poner a prueba los recursos que la vida tiene para salir adelante. En la actualidad un puñado de especies hemos superado la selección impuesta por el paisaje.
A la cabeza de la lista de ganadores el ser humano se sitúa a sí mismo, y cuando el mundo se le queda pequeño descubre otras dimensiones dentro de su propia mente.
Entonces decide establecer una escala de valores arbitraria para dividir a los demás animales en buenos y malos.
Lo que primero fue admiración y más tarde anhelo de integración, se convirtió pronto en dominio.
El totemismo que rendía culto al animal y le profesaba adoración cambió cuando el hombre dejó de ser un cazador-recolector y pasó a regirse por nuevas normas socio económicas a partir del Neolítico.
El halo mítico de los animales desapareció casi por completo en la cultura occidental dominante, pero sobrevivió en muchas otras.
Ahora lo que algunos llaman “cultura global”, ha incorporado a la naturaleza como un producto más de consumo; la nueva religión de los urbanitas es el conservacionismo, los nuevos dioses son las especies en vías de extinción.