El ser humano tras poblar la Tierra por completo ha creado colonias para vivir a las que llama ciudades. Derrochamos energía de todos los tipos, un pecado capital en el mundo salvaje en el que nos desarrollamos como especie. La gran tribu global ha conquistado a todos.
Al igual que las tribus que viven al margen de la cultura global, hay un animal al otro lado del mundo que también se ha quedado solo. El manatí.
En estas aguas costeras poco profundas del Caribe vive una de las pocas poblaciones que quedan en el mundo de manatíes. El manatí pertenece al orden zoológico de los sirenios
Son los únicos mamíferos marinos que se nutren exclusivamente de plantas, por eso a veces se les llama vacas marinas.
Comparten un antepasado con los elefantes, pero los sirenios se quedaron en el agua. Cuando hace unos 38 millones de años el clima terrestre se enfrió, los prados de plantas marinas retrocedieron y les dejaron confinados en varias partes del mundo.
Son lentos, confiados, pacíficos y enormes, pueden alcanzar los 1.600 kilos. El sirénio más grande, la vaca marina de Steller, fue exterminado por el hombre ya en el siglo XVIII, y pesaba 7.000 kilos.
Para colmo de males su carne es exquisita, motivo por el cual fueron masacrados desde siempre. En el siglo XVII los mercaderes holandeses enviaban anualmente a Europa hasta 20 barcos cargados de carne de manatí.
Su docilidad, su baja capacidad reproductiva y su carne deliciosa son características poco apropiadas para el mundo moderno.
De momento los manatíes siguen ahí, como gentiles marginados de la evolución de los mamíferos.
En las Islas Galápagos, el aislamiento geográfico propició el que las especies colonizadoras evolucionaran adaptándose al margen de lo que ocurría en los grandes continentes.
No sólo el conjunto del archipiélago, sino en muchos casos cada isla, impuso sus propias reglas a los recién llegados.
Para los que se pueden desplazar con facilidad como las aves o los mamíferos marinos, ello no era un problema, pero para las especies terrestres fue un reto a vida o muerte.
Hace 5 millones de años estas islas surgieron del mar, por tanto nunca han tenido contacto alguno con el continente americano que está a 1.000 kilómetros de distancia.
El suelo volcánico recién nacido recibió las primeras semillas y en algún momento los antepasados de esta iguana llegaron a bordo de un tronco a la deriva.
Aquí no encontraron demasiada comida, pero a cambio no había legiones de predadores como en el continente. De modo que salieron adelante a pesar de todo.
Las tortugas siguieron un proceso similar, y gracias a esta evolución marginal alcanzaron tamaños descomunales y pesos en torno a los 200 kilogramos. Además se diferenciaron en 14 subespecies algunas de ellas con notables diferencias morfológicas.
La marginación geográfica de las Islas Galápagos privó a estos animales de los recursos de la mayoría, pero a cambio aceleró el proceso de adaptación creando sus líneas particulares de supervivencia.