Los elefantes africanos siempre han sido perseguidos por los cazadores furtivos. Gracias a la creación de los parques nacionales, estos están aumentando en número su población
El elefante siempre ha sido el trofeo más codiciado entre los cazadores deportivos. Su tamaño – el mayor mamífero terrestre del planeta – y sus grandes colmillos de marfil han atraído la codicia del hombre que desde el origen de los tiempos ha perseguido al paquidermo ávido de sus defensas, su carne y su gruesa piel.
Las devastadoras matanzas de los cazadores de marfil y la progresiva pérdida de hábitats provocada por el aumento demográfico del hombre en Africa disminuyeron la población de elefantes.
La creación de parques nacionales y un conjunto de medidas internacionales que incluyeron la prohibición del comercio de marfil frenaron lo que parecía una carrera hacia la extinción. Pero para los elefantes el futuro sigue siendo incierto.
Uno de los mejores parques africanos para la observación y el estudio de los elefantes es Amboseli, en el sur de Kenia.
Los elefantes tienen un papel importante dentro del ecosistema en el que viven. Son de los pocos animales capaces de modificar el medio que les rodea – lo que puede ocasionar graves problemas ambientales y su actividad viene seguida de la de otras muchas especies menores.
Amboseli ha sido siempre un área donde los elefantes han encontrado protección. La tribu masai mantuvo alejados a los cazadores furtivos y desde la creación del parque nacional el Departamento de Vida Salvaje vigila las manadas. En consecuencia Amboseli es uno de los últimos lugares en Africa donde la población de elefantes permanece intacta.
Los colmillos de los elefantes africanos son instrumentos indispensables. Son herramientas de excavación del terreno para buscar agua, sal y raíces, sirven para descortezar los árboles, como elemento de exhibición ante sus congéneres, como armas defensivas u ofensivas y como apoyo y protección de la trompa. Pero para su desgracia están hechos de marfil y esto ha atraído desde siempre la codicia de los hombres.
En 1.988 se perdían en Kenia una media de tres elefantes al día por caza furtiva.
El problema de los furtivos va más allá de los animales a los que matan por el marfil. La muerte de los adultos deja desvalidas a las crías que sin la protección del grupo no tienen ninguna posibilidad de sobrevivir. O así era hasta la llegada de David y Daphne Sheldrick al parque nacional de Tsavo, cercano a Amboseli.
En Amboseli el dilema de los elefantes acecha a los responsables del parque. Los elefantes aumentan su número y aún no se ha llegado al acuerdo sobre el método de control. Pero sería triste pensar que el hombre, capaz de los mayores avances científicos e intelectuales y responsable de la situación que viven los elefantes en Africa, no tuviera otra salida que la bárbara matanza de unos seres tan maravillosos.