La adaptación a una dieta vegetal concreta implica una dependencia del animal a las especies vegetales de las que se alimenta. Eso es exactamente lo que les ocurrió a los lémures en la isla de Madagascar, a solo 400 kilómetros de la costa sudeste de África.
El ser humano cazador-recolector dio una vuelta de tuerca más a su dominio sobre el medio, y aprendió que en vez de ir a buscar los vegetales allí donde estos crecen podía plantarlos él mismo a la puerta de su casa.
Un claro en el bosque, un refugio y un huerto: estaba naciendo la agricultura, y con ella el humano sedentario. Esto ocurrió hace 10.000 años, y se denominó Revolución Neolítica.
La agricultura como tal se originó independientemente en varias regiones del mundo, y fue el primero de los grandes avances culturales que han transformado el planeta al permitir una inmensa multiplicación de la especie humana.
Entonces, como ocurre aquí en las Islas Trobiands, cerca de Nueva Guinea, los poblados consiguieron cosechas cada vez mayores que les permitían almacenar los excedentes para consumirlos en las épocas de carestía. El resultado fue comida segura todos los días del año.
La agricultura dio a los seres humanos la oportunidad del ocio, del tiempo libre, pues los liberó de la búsqueda interminable de comida y refugio..
En la selva tropical de Venezuela, los makiritare viven aún en comunidades autosuficientes, cuyo contacto con el exterior se limita al intercambio de algunos útiles de plástico con poblados vecinos.
Tras recoger la mandioca de los huertos aledaños, la rallan convirtiéndola en tapioca; masa húmeda que debe ser exprimida en canastos alargados para extraerle el ácido hidrociánico que es venenoso. El resultado es una pasta base con la que los makiritare preparan su comida favorita.
Se trata del denominado “Kazabe”, o “Pan de la Selva”, una torta tostada que constituye la base de su alimentación.
En este punto se produce un paso más en la evolución cultural del humano recolector. Desde el momento en que el fruto recolectado comienza a ser progresivamente más manipulado, nace la cocina, la gastronomía, la reunión de la familia y el clan alrededor de un fogón por encima del simple hecho de una ingesta. La comida entonces se convierte en un acto social que refuerza los vínculos.
Tanto es así, que prácticamente ninguna cultura humana del planeta, celebra un acto de importancia sin su correspondiente banquete.
En las tierras altas de la Isla de Nueva Guinea, estos papúes van a preparar una de las recetas vegetales más complicadas e ingeniosas del mundo: el Momo. Se trata de un auténtico ritual en el que interviene todo el poblado, una tradición de reglas ancestrales.