Recolectores Parte 1

En la isla de Borneo, vive un primate que puede pasar meses en lo alto de los árboles buscando frutas sin bajar ni una sola vez al suelo: es el orangután.

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Los primates, bien adaptados a comer frutas en los árboles, siempre complementaron su dieta con insectos y huevos encontrados de forma ocasional, y conservaron esa costumbre al bajar de los árboles hace unos 15 millones de años.

Sin embargo, recolectar vegetales obliga a veces a realizar grandes desplazamientos. Las sequías comenzaron y las manadas tuvieron que migrar en busca de lugares con agua y vegetación. Tras ellas iba ya un nuevo tipo de matador, un descendiente de vegetarianos que le cogió gusto a la carne.

El hombre aplicó toda su inteligencia al servicio de la caza, inventando toda suerte de trucos para competir con los grandes carnívoros. Y como ellos, pronto se dio cuenta de que la vida del cazador es demasiado insegura, y de que una población creciente de humanos no podía depender exclusivamente de la carne.

La solución fue combinar los dos sistemas. Había que recolectar frutos, bayas, raíces y hojas para complementar los largos períodos de caza infructuosa.

En el interior de estas selvas de la isla de Borneo, vive un primate cuyos conocimientos de botánica son increíbles.
Puede pasar meses en lo alto de los árboles buscando frutas sin bajar ni una sola vez al suelo: es el orangután.
Pero en este aparente reino de la abundancia, recolectar vegetales no es tan sencillo como parece. No todos los árboles fructifican a la vez, ni siquiera todas las ramas de un mismo ejemplar lo hacen siempre. 
El orangután posee una memoria capaz de reconocer más de 400 tipos diferentes de alimentos. Debe recordar el lugar exacto de cada especie de árbol, y la fecha aproximada de maduración de las frutas. También tiene que evitar las partes venenosas de algunas de ellas, así como las espinas o las cortezas duras.
Todo ello lo aprende de su madre durante años, observándola en sus recorridos por la selva.
Un buen herbívoro como el orangután y como nuestros antepasados simios, debe tener buena vista para reconocer los vivos colores de las frutas en la selva, mientras los carnívoros ven en blanco y negro, dando preferencia al movimiento y a la visión nocturna. Un buen  herbívoro posee un paladar exquisito para distinguir el sabor dulce de las frutas maduras, y las degusta para separar las partes indigestas. En cambio un carnívoro traga grandes trozos de carne sin saborearlos en absoluto. Un  herbívoro recolector debe tener manos con dedos hábiles para pelar las frutas y sujetarse a las ramas, mientras un carnívoro prefiere las garras. Por fin, un recolector necesita un cerebro grande y eficiente para recordar cada rincón de su selva. 
El orangután nos enseña que mucho de lo que tenemos en común, es debido a que una vez fuimos recolectores como él.

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