Otro día más está a punto de terminar. El termómetro comienza a bajar y las diferentes especies que pueblan la península aprovechan los últimos momentos de luz antes de recogerse en sus madrigueras.
Las playas de Península Valdés tienen mucha pendiente, por lo que a pocos metros de la orilla hay suficiente profundidad para que las orcas naden con libertad. Esta característica permite a los predadores patrullar la costa de cerca y practicar una modalidad de caza única en el mundo. Las orcas localizan a los lobos marinos que se encuentren en la orilla y, una vez fijado el objetivo, arremeten contra la playa. Con el impulso quedan varadas, pero la pendiente les permite volver al mar sin demasiada dificultad.
Joven y adulto realizan las maniobras varias veces en la playa desierta. Si no se domina la técnica el riesgo de quedar varado y morir es muy alto.
Los jóvenes tienen que aprender también que esta modalidad sólo funciona durante las mareas altas. Con la bajamar las playas no tienen suficiente pendiente para poder llevar a cabo un ataque con éxito. Quien lo intente seguramente quedará varado mucho antes de llegar a la orilla.
Poco a poco la familia de orcas abandona la costa ante la mirada atenta de los pingüinos y de los lobos marinos, que podrán por fin volver al agua. Los jóvenes, como los de cualquier especie, aprovechan el descanso para jugar entre ellos mientras el grupo se aleja en el mar.
Otro día más está a punto de terminar. El termómetro comienza a bajar y las diferentes especies que pueblan la península aprovechan los últimos momentos de luz antes de recogerse en sus madrigueras.
Lentamente la calma vuelve a las aguas de la península. Pingüinos, leones y elefantes marinos han regresado a la costa para pasar la noche. Sólo las ballenas rompen el silencio del crepúsculo.
Península Valdés constituye todavía hoy un refugio único e insustituible para la fauna salvaje de Sudamérica. La presencia humana, cuyos primeros vestigios datan de hace 3.200 años no ha llegado a destruir este paraíso natural. Tras años de caza y explotación ganadera el gobierno argentino apostó por su protección y convirtió la península en Reserva Integral de la Vida Salvaje. El paraíso se había salvado.
Hoy los barcos balleneros han sido sustituidos por embarcaciones que transportan turistas venidos de todos los rincones del mundo. Turistas que llegan para conocer esa lejana península que los antiguos marinos llamaban el refugio de los monstruos.