Las sociedades secretas de las mujeres de costa de Marfil aún practican tradiciones tan ancestrales como la mutilación de los órganos sexuales femeninos.
Aparte de los quehaceres cotidianos, la mujer ocupa un espacio muy importante en la estructura social de los ubi. Como en la mayoría de los casi 60 grupos étnicos diferentes que conviven en Costa de Marfil, las mujeres constituyen sociedades secretas, que ejercen una decisiva influencia en la aldea.
En sus reuniones, a las que no pueden asistir los hombres, tratan asuntos que sólo les incumben a ellas, aunque hay un tema que acapara toda su atención desde hace algún tiempo. En las principales ciudades de Costa de Marfil, han nacido asociaciones que luchan por erradicar las bárbaras practicas tradicionales, en las que se mutilan los órganos sexuales femeninos. Periódicamente, mujeres de estas asociaciones viajan hasta los poblados más alejados, para hablar con las dirigentes de las sociedades secretas y tratar de convencerlas de que abandonen estas practicas.
Pero no es una tarea fácil. Tienen que invocar a los espíritus y hablar con ellos sobre este delicado asunto. Las que vemos vestidas de blanco se encuentran en trance. A través de ellas, los espíritus manifiestan su opinión.
¿Se puede iniciar a las jóvenes sin someterlas a la ablación del clítoris?
Tras un periodo de reclusión en el bosque, donde aprenden los códigos tradicionales, los secretos esotéricos y las normas para ser buenas esposas y madres, las jóvenes son llevadas a la casa de la ablación y sometidas a la extirpación del clítoris. Un año después, las iniciadas danzan en la plaza del pueblo.
Escenifican las enseñanzas recibidas. Por ejemplo estas iniciadas demuestran como se da caza a una hechicera. Cada lance, cada tatuaje, cada gesto esta cargado de simbología.
Las altas jerarcas de la sociedad de mujeres presiden las danzas.
Visten de blanco porque están poseídas por sus espíritus protectores, que examinan si las jóvenes han asimilado el proceso iniciatico.
Todavía tendrá que pasar mucho tiempo, para que las salvajes mutilaciones sexuales que sufren estas mujeres sean erradicadas. Se calcula que en la actualidad, más de setenta millones de mujeres africanas están afectadas por estas prácticas.
La sexualidad femenina ha sido reprimida de muchas formas en todo el mundo y durante mucho tiempo. En la misma Europa se empleaban cinturones de castidad durante la edad media y se recurría a la clitoridectomía como una solución drástica contra la masturbación.
En Africa, la costumbre de la escisión esta muy arraigada, sobre todo en los pueblos sahelinos, donde el peor insulto es llamar a alguien “hijo de clítoris”; es decir, haber sido concebido con placer. Pero aquí no obedece al capricho de un marido desconfiado, como en el caso del cinturón de castidad, sino a una reclamación social en la que participan las propias mujeres. La no iniciada vive al margen de la comunidad y se la ignora como a una apestada. Actualmente, son las mujeres sometidas a la operación las que más defienden su práctica, quizás con cierto animo de revancha hacia las jóvenes. Lo cierto es que, pese a que la mayoría de los gobiernos africanos están recomendando que se abandonen estas costumbres, pocos se atreven a prohibirlas. Las jóvenes siguen siendo mutiladas sexualmente y danzando al son de los tambores, ante una comunidad arcaica e inquisitiva, que les niega el derecho al placer.