Las mujeres saharauis comienzan a preparar a la novia para la celebración de la boda
El Islam fue introducido en el Sáhara en el siglo octavo, por las tribus provenientes de Arabia. La escuela dominante es la sunita de rito malekí. Desde entonces el TALEB, o maestro del Coran, enseña a los niños de 5 a 13 años los rudimentos de la escritura y a recitar de memoria los versículos escritos en los LAUJ, o tablillas coránicas, a cambio de un pequeño estipendio en ganado. Los taleb eran también hombres del libro, clase dirigente y con privilegios en el antiguo Sáhara. Para el nómada saharaui las soledades de este inmenso desierto favorecen el misticismo y el diálogo con Dios.
La boda, tiene todavía, una importancia en la sociedad tradicional, que no ha logrado contrarrestar la sedentarización a la que se ha visto abocado el pueblo saharaui.
El cadí, tras registrar por escrito, que todos los participantes en la ceremonia, no presentan ninguna objeción, confirma que el acto se ha ajustado a la ley y da por realizada la boda.
Las mujeres que están espiando en el exterior dan con sus alaridos la noticia del enlace a todo el fric.
Pero es uno de los testigos quien da el anuncio oficial, disparando al aire unas descargas con un viejo fusil Mauser.
Este ulular característico de las mujeres saharauis, llamado INSHID, es una manifestación publica de alegría, que también proferían cuando los guerreros iban al combate.
Cuando los requisitos que manda el Coran y la tradición se ha cumplido, las mujeres sirven grandes bandejas de ISSAN, carne de camello con arroz. Este es el momento tan esperado del banquete, que ha de ser tan copioso como sea posible, para poner de manifiesto la generosidad de la familia de la novia, que es la anfitriona. Conforme a los viejos usos, hombres y mujeres comen separados. Todavía algunas costumbres permanecen, aunque ya forma parte del pasado la vieja división tribal de cabilas nobles, descendientes de árabes yemeníes, cabilas tributarias y esclavos.
Los tambores y la música resuenan en el desierto.
Tras el abundante festín, Shelej, el novio, en compañía del AUSIR, su camarada inseparable, de otros amigos y de algunas mujeres divorciadas, da tres vueltas rituales a su propia jaima, para evitar algún conjuro o mal de ojo; creencia muy arraigada en el Sáhara.
Mientras, en otra tienda fingiendo esconderse, a Suqueina, la novia, la están maquillando con polvos de NILA y HENNA, las mujeres de su entorno familiar.
A Shelej le aconsejan como comportarse en el matrimonio. Sus amigos le informan que están preparados para ir a buscar a la novia cuando éste lo pida. Al fin, entran en la jaima para unirse a la fiesta. El convite esta amenizado por un IGGAUEN, un juglar que tañe el tradicional TIDINIT, el laúd de cuatro cuerdas de origen mauritano, con el que se interpretan esos poemas amorosos que tanto gustan a los saharauis. Los hipnóticos acordes de la música HOUL hacen trasportar la imaginación a la bella tierra mauritana.