Marsupiales, monotremas y euterios | Australia

Tres tipos distintos de mamíferos coexistían en las primigenias selvas australianas. Pero solo unos de ellos fueron ganando terreno conforme sus nuevos prototipos evolutivos iban mejorando. La capacidad adaptativa que inclinó la balanza fue el desarrollo de los hemisferios cerebrales y con ello, la inteligencia.

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En aquellas lejanas selvas de hace cien millones de años vivían distintos tipos de mamíferos que apostaban su perpetuidad con diferentes formas de reproducirse. 
Los monotremas, los más antiguos, eran mamíferos pero ponían huevos; los euterios parían hijos totalmente desarrollados y los marsupiales, a caballo entre los dos, concluían el desarrollo de sus crías en el exterior. La competencia fue durísima. Los euterios ganaron la partida en casi todos los rincones de la Tierra. Pero cuando Australia  se independizó como isla hace cincuenta millones de años, ninguno de estos nuevos mamíferos placentarios había colonizado su suelo. Y Terra Australis se convirtió en el reino de los marsupiales.

La noche austral está llena de fantasmas del pasado. Con la oscuridad distintas sombras cobran vida en el interior de las selvas arcaicas del nordeste australiano. 
Los petauros voladores recorren silenciosos los troncos de la espesura en busca de savia y resina. 

Cuando los dinosaurios medraban por las junglas de Gondwana tenían un ciclo de actividad diurno dependiente del sol que activaba su gigantesco sistema circulatorio. Entonces los mamíferos tenían una vida nocturna que evitaba en lo posible el encuentro con los grandes saurios. Los hábitos de aquellos primeros marsupiales perduran en muchas de las especies de la Australia actual y sus noches están llenas de movimientos furtivos.

Los possums están considerados, junto con los canguros, los marsupiales más evolucionados.
Pero, pese a ello, siguen fieles a la tradición nocturna  de sus orígenes. Millones de años en la oscuridad de la selva les han equipado para trepar con facilidad y para ver y oír en las tinieblas húmedas que les rodean. 
Al igual que los petauros, también los possums, como este de cola de escoba,  lamen la energética savia que brota de alguna rama rota o algún tronco desgajado. Para ellos trepar es sinónimo de sobrevivir. Australia no cuenta con grandes predadores en la actualidad, pero el pequeño tamaño de los possums les hace vulnerables a los marsupiales carnívoros.

Para los científicos europeos que se basaron en las primeras clasificaciones zoológicas quedaba claro que los marsupiales eran mamíferos inferiores a los que poblaban la vieja Europa. Tanto es así que a los mamíferos de este grupo europeo les denominaron “euterios” que en griego quiere decir “mamíferos perfectos”. Para estos zoólogos los euterios habrían desplazado a sus competidores porque podían guardar a sus crías en su interior hasta  que acabaran de formarse completamente, mientras los hijos de los marsupiales acababan su desarrollo en el marsupio, una bolsa materna a tal fin. Pero si aquella primera clasificación zoológica se hubiera llevado a cabo hoy en Sidney en vez de en Atenas hace dos mil años, las conclusiones bien podrían haber sido otras.
Los marsupiales fueron, efectivamente, relegados por los mamíferos euterios. Pero las causas de este desplazamiento no hay que buscarlas en las bolsas marsupiales sino en el extremo opuesto. Y para ello nada mejor que regresar al lugar de origen de tan singular competición.

Las selvas sudamericanas son, como las de Australia, parte del escenario de la antigua Gondwana. Entonces monotremas, marsupiales y euterios coexistían en las selvas primigenias. Pero los últimos fueron poco a poco ganando terreno conforme sus nuevos prototipos evolutivos iban mejorando. Y estos monos del Nuevo Mundo son el mejor exponente de los ganadores definitivos.
La capacidad adaptativa que inclinó la balanza no se basó en la forma de traer al mundo las crías de unos y otros, sino en el desarrollo de los hemisferios cerebrales: los centros de almacenamiento de información y asociación. No fue, pues,  una cuestión de bolsas marsupiales o tipos de placenta, sino de algo tan efectivo y contundente como la inteligencia.
Los nuevos placentados eran más inteligentes y desplazaron de la gran mayoría de sus hábitats a los monotremas y a los marsupiales. Pero la derrota no fue tan absoluta como se tiende a pensar. Porque las noches sudamericanas siguen escondiendo viejos fantasmas de Gondwana.

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