El ser humano tras poblar la Tierra por completo ha creado colonias para vivir a las que llama ciudades. Derrochamos energía de todos los tipos, un pecado capital en el mundo salvaje en el que nos desarrollamos como especie. La gran tribu global ha conquistado a todos.
Cruzando el Atlántico, en África, otra etnia de supervivientes natos está a punto de desaparecer por los influjos culturales occidentales destructores.
Los San o bosquimanos siempre vivieron increíblemente adaptados a los desiertos de Namibia y Botswana como cazadores-recolectores, un sistema de vida que la sociedad agricultora-ganadera y economicista no perdona.
Ya menos del 5% de los San sigue el estilo de vida tradicional, el resto han sido realojados por el Gobierno de Botswana en guetos en los que se les mantiene con una exigua ayuda económica y unos pozos de agua a cambio de que no hagan nada.
Los míticos “hombres de los arbustos” que habitaron África austral desde los tiempos prehistóricos, con lengua propia y características físicas únicas, fueron primero empujados por los pueblos negros bantúes, y después diezmados por los colonos europeos.
Cuando se arrinconaron en lugares que no quería nadie por su dureza, como los desiertos de Kalahari y Namib, consiguieron sobrevivir hasta ahora.
Pero están perdiendo la partida ante el whisky, la cerveza y las drogas, lo único que les enseñaron a usar los civilizados miembros de la Gran Tribu Global.
Ahora viven en microparcelas adosadas a la miseria, con 100 metros cuadrados de nada y vistas al exterminio cultural. Como nunca registraron sus tierras, como no tienen cuenta en banco alguno, no son nadie.
Por todo el planeta ocurren historias semejantes.
Los aborígenes australianos son también un antiguo pueblo de expertos cazadores –recolectores que han sido poco a poco arrinconados por la cultural global. Pero ¿cuál es el origen de que esto ocurra?
Se trata de un proceso lento, un auténtico ejemplo de ecología humana que comenzó en el Neolítico, cuando el hombre y la mujer empezaron a desarrollar la agricultura y la ganadería abandonando el antiguo sistema de cazadores – recolectores.
Los cazadores-recolectores se mueven de un lado a otro capturando animales y consumiendo los frutos estacionales de las plantas.
Las luchas por la tierra han sido despiadadas a lo largo de la Historia de la humanidad.
Camboya. Lo que los humanos sembramos en estas tierras no fueron precisamente semillas.
Mas de 20 años de guerras han dejado el legado de unos 10 millones de minas antipersona diseminadas por todo el país.
2.500 camboyanos han sido entrenados como desactivadores, y con la enorme ayuda de las organizaciones no gubernamentales han conseguido limpiar unos 10 millones de kilómetros cuadrados.
El pueblo tibetano está sufriendo un paulatino genocidio cultural desde hace cuarenta años llevado a cabo por el gobierno de China.
El aplastamiento es total. El gobierno chino incentiva a su población para que se establezca en territorio tibetano permitiéndoles tener allí dos hijos, en vez de uno como en el resto del país. También apoya la prostitución y ayuda a los chinos a establecer los mejores negocios quitándoselos a la población local tibetana.
En 1958 el ejército chino invadió el Tíbet. Desde entonces mas de un millón y medio de tibetanos han muerto asesinados en las cárceles chinas, y unos 130.000 han huido del país y tratan de proteger su cultura y el budismo en países vecinos como Nepal e India.
Los tibetanos se ven obligados a cruzar las montañas mas altas del planeta en una peligrosa travesía a pie de tres días para llegar a Katmandú, la capital del vecino Nepal y posteriormente a Dharamsala.
Muchos mueren durante el camino, y los que lo consiguen llegan con graves heridas por congelación que son tratadas en centros de acogida del otro lado.
Desde aquí serán repartidos por los diferentes asentamientos tibetanos del territorio indio.
China trata de destruir deliberadamente la cultura tibetana, odia la religión, el idioma y la espiritualidad de este pueblo, al que ha convertido en marginado en su propia tierra.
¿Es este el precio que hay que pagar para mantener la denominada “sociedad del bienestar”?. Tal vez sea demasiado caro.
La naturaleza nos ha enseñado que semejantes desequilibrios tarde o temprano se vuelven contra todos.
Puede que los marginados desaparezcan antes, pero al final el sistema se desmoronará de todos modos si no se pone remedio a tiempo.