El ser humano tras poblar la Tierra por completo ha creado colonias para vivir a las que llama ciudades. Derrochamos energía de todos los tipos, un pecado capital en el mundo salvaje en el que nos desarrollamos como especie. La gran tribu global ha conquistado a todos.
El ser humano tras poblar la Tierra por completo ha creado colonias para vivir a las que llama ciudades.
Se trata de paisajes artificiales creados por el ingenio y la cultura supuestamente diseñados a la medida de las necesidades del Homo sapiens.
Los países mas avanzados presumen de sus grandes ciudades acumulando en ellas la ciencia, la tecnología y el comercio.
La cuestión es que varias generaciones de seres humanos han nacido y crecido en este entorno manipulado en el que se sienten a salvo porque todo está a la venta, si puedes comprarlo.
Los triunfadores del sistema se separan cada vez más de su vínculo biológico y se creen inmunes a sus propias limitaciones como primates.
Pero el sistema tiene sus perdedores. Para alimentar a estos grandes monstruos urbanos se ha creado una red de abastecimiento gigantesca que abarca todo el planeta.. En los nuevos bosques de cemento y cristal habitan millones de neocarnívoros que exigen ser provistos cada día y que ya no admiten un fallo en el abastecimiento.
Derrochamos energía de todos los tipos, un pecado capital en el mundo salvaje en el que nos desarrollamos como especie.
Hemos ido tan deprisa, nuestro éxito como especie ha sido tal, que no todos pueden mantener el ritmo. La llamada civilización moderna no espera a nadie. La antigua selección natural se ha convertido en selección social mientras los viejos clanes tienen ahora nombres de banco.
La gran tribu global ha conquistado a todos.
La corriente social imperante no hace prisioneros; o estás subido a la ola, o te quedas aparte, viviendo al margen.
El precio empieza a ser demasiado alto, los efectos secundarios son ya más que frecuentes: tal vez hemos perdido el norte
En el planeta hay muchas formas de vivir al margen, y muchas circunstancias que crean seres con sus propias reglas.
Por suerte hoy en el siglo XXI, aún quedan algunas poblaciones humanas cuya forma de vida responde a los patrones originales de su cultura milenaria.
El progreso de la corriente cultural dominante en el planeta es en realidad el culpable de la mayoría de las marginaciones que el ser humano se inflige a sí mismo.
¿Es este el precio que hay que pagar para mantener la denominada “sociedad del bienestar”?. Tal vez sea demasiado caro.
La naturaleza nos ha enseñado que semejantes desequilibrios tarde o temprano se vuelven contra todos.
Puede que los marginados desaparezcan antes, pero al final el sistema se desmoronará de todos modos si no se pone remedio a tiempo.