Koalas y Canguros | Australia

Los canguros y los koalas supieron adaptarse a las condiciones tan cambiantes a las que estaba siendo sometida australia y pudieron proliferar por todo el continente

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Los árboles de la selva siempre fueron un lugar de refugio y expansión para los marsupiales. La apertura del follaje debido al calentamiento del clima supuso la colonización de praderas y herbazales. Pero algunos de los parientes cercanos de aquellos colonos del pasto volvieron a los árboles fieles a sus raíces; y este es el resultado.

El canguro arborícola ornamentado es una de las siete especies de canguros que aprendieron a trepar. En la expansión de este grupo, el ornamentado  fue el que llegó más al norte colonizando las tierras de Nueva Guinea. Los canguros fueron el resultado de millones de años de adaptaciones para conseguir  sobrevivir en las praderas abiertas.  
¿Porqué, entonces, volver a los árboles con un nuevo y gigantesco esfuerzo adaptativo?

La respuesta no está muy clara. Probablemente para conseguir el provocativo alimento que permanecía inalcanzable en lo alto de los árboles. Cuando comenzó el lento camino evolutivo hacia las copas, los canguros no tenían competidores por aquellas hojas de las alturas. Las praderas estaban muy extendidas y los recursos alimenticios eran escasos, así que empezaron a aparecer nuevos rasgos en nuevos canguros. Patas delanteras más fuertes, garras poderosas y, por fin, la capacidad de mover independientemente cada una de las cuatro patas, algo que ningún canguro terrestre puede hacer.
 
Por su parte los distintos canguros que se habían hecho con las praderas se hacían mutua competencia. Pero como el clima seguía templándose y el despoblado crecía paulatinamente, el grupo de los canguros, que había conseguido un sistema digestivo capaz de asimilar las hierbas correosas, siguió en expansión. 

Con ellos también algunos árboles se adaptaron al clima cada vez más templado de Australia y uno en especial, el eucalipto, lo hizo tan bien que se extendió por el continente de norte a sur, creando un nuevo tipo de bosque. Y en cuanto un nuevo medio surgía, allí aparecía un marsupial dispuesto a sacarle partido.

El koala consiguió colonizar el bosque de eucaliptos a través de una adaptación que parecía imposible: alimentarse de sus hojas. Las hojas de los eucaliptos son un combinado de alimento de baja calidad, materia indigerible y venenos activos. El que consiguiera la improbable tarea de sacarle provecho a tales hojas no tendría competencia alguna. Y el koala lo consiguió.

El cuidado de los pequeños trae complicaciones extra en este mundo de alimentos cargados de toxinas. Después de acabar su desarrollo marsupial mamando en la bolsa de la madre durante seis largos meses, llega el momento del destete y los jóvenes koalas deben iniciarse en la comida de hojas. En esta época la madre excreta unas heces blandas especiales, una especie de papilla de hojas semidigeridas, con la que alimenta a su hijo. Además de alimentarles estas heces inoculan a los pequeños los microorganismos que necesitará para tan difícil digestión. A partir de entonces podrán independizarse del cuidado materno.

Durante la mayor parte del día los koalas permanecen reposando en las horquillas de los árboles. Es parte de su estrategia metabólica. Como la comida es muy pobre nada mejor que reposar veinte horas al día y ser capaces de funcionar con un mínimo gasto energético. Su preparado sistema digestivo se  encarga de hacer el resto. Quinientos gramos diarios de estas hojas venenosas son suficientes para poner a un koala en marcha.
En el suelo los koalas son torpes y vulnerables. Sus patas preparadas para trepar no están hechas para la marcha cuadrúpeda, así que sólo dejan la seguridad de las ramas para cambiarse de árbol en busca de más alimento o de alguna hembra en celo.

 

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