El demonio de Tasmania es el carnívoro marsupial mas grande de Australia conocido con ese nombre ademas de por sus gritos diabólicos, por el tufo pestilente que desprende.
Tras las peores noches de Tasmania, los primeros blancos que recorrieron la isla, forjaron una leyenda alentados por los horribles gemidos que oían mas allá de la niebla. Solo un diablo podía ser el culpable: el Demonio de Tasmania.
Se trata del carnívoro marsupial más grande de Australia pero no merece su mala reputación. En realidad es un predador poco eficiente y tímido, más aficionado a la carroña que a darse grandes carreras detrás de nadie.
Lo único realmente diabólico en él es su olor, un tufo pestilente que, sin duda, contribuyó al nombre que le dieron.
Aquellos marineros, cuando se daban cuenta de que habían sentido terror por una criatura tan inocente, se veían obligados a inventar historias terribles cuajadas de exageraciones para justificarse ante sus interlocutores.
De boca en boca, el demonio de Tasmania iba ganando tamaño, colmillos y fiereza, de tal modo que los que los mataban, al ver su tamaño real, creían estar ante las crías cuya horripilante madre se ocultaban en la selva.
El pequeño gruñón, tan distinto en la realidad, pagó con creces las bravatas de sus “descubridores” anglosajones, y se escondió en lo más profundo de los bosques. Aquí es donde hay que buscar hoy si quiere tener un encuentro con uno de ellos.
Los demonios de Tasmania son poco sociables. Merodean en solitario buscando sobre todo carroña por medio de su excelente olfato. Rara vez matan, pero cuando lo hacen son los oumbats y los walabis sus presas más comunes.
Compacto y vigoroso, su adaptabilidad alimenticia explica que haya aguantado bien la colonización de sus tierras, al contrario que su pariente el tilacino.
Además, trepan, nadan y bucean con habilidad, a pesar de su aspecto poco atlético.
Si embargo sus poblaciones sufren colapsos repentinos de vez en cuando, de los que tardan mucho en recuperarse.
La causa de este fenómeno se desconoce, pero parece ser frecuente también en otras especies de marsupiales.
El diablillo de un metro de largo y apenas ocho kilogramos de peso, posee en su interior sin embargo espermatozoides gigantes. Su desarrollo hasta llegar a adulto es un camino muy difícil, casi todos mueren en los primeros momentos de sus vidas.
Pero por lo menos aún están aquí, vivos y con su mal carácter de siempre.