Cazadores y Depredadores- Parte 1

La obtención de energía es un proceso básico y fundamental para la supervivencia de un ser vivo y por ello, desde el comienzo de la vida en la tierra el homo sapiens tuvo que desarrollarse como cazador y los animales como grandes depredadores.

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Los osos pardos de Alaska son los osos más grandes del mundo. Todos los años esperan en la costa a la llegada de los salmones para alimentarse.
En el instante de la captura comienza un proceso básico en la vida de todo depredador: la obtención de la energía necesaria para que un cuerpo vivo funcione.
El gasto muscular que supone para los osos caminar hasta aquí cada año, se ve ampliamente compensado por la energía obtenida, tanto, que muchos ejemplares no pueden asimilar literalmente tal cantidad de comida.
Pero matar no siempre es tan rentable.

El hombre, como animal que es, forma parte también del círculo de la energía.
El fuego constituyó su primer aporte externo de ella, y alrededor de la lumbre, las manos prensiles desarrollaron un cerebro privilegiado capaz de inventar las garras de oso que no tenía.
Pero fue la palabra la auténtica artífice del cambio. A través del lenguaje los inventos pasaron de una generación a otra permitiendo a los humanos colonizar la Tierra al ser capaces de obtener la energía de otros seres allí donde éstos se escondieran.

Tal y como hacen los aborígenes australianos en pleno siglo XXI, el ser humano sustituyó la evolución biológica por la evolución cultural, transformando la acumulación de tradiciones en el más exitoso de los mecanismos adaptativos. El fin último de todo ello es exactamente el mismo que movía a los osos a pescar salmones, obtener energía de manera eficiente.

Pero el éxito de la especie humana como predadora pensante, comenzó en tiempos relativamente recientes. Mucho antes que nosotros, otros animales depuraron sus técnicas de captura ayudados por la selección natural, un proceso lento, pero sorprendentemente eficaz.

En las Islas Galápagos vive un ave que es un buen ejemplo de adaptación a la captura de peces: el pelícano pardo. Aquí el Océano Pacífico provee de peces esta costa volcánica y joven a más de 600 millas del continente americano.

El método parece sencillo, sin embargo otros pescadores eficientes no pueden practicarlo: es necesario saber volar. Un ave como ésta, que además transporta su propia red de pesca, puede permitirse el lujo de elegir un pez en particular.
Desde que los reptiles dominaron la tierra, las aves han conseguido sin duda, las más notables adaptaciones anatómicas cuando se trata de pescar, no sólo aquí en Galápagos, sino a lo largo de todo el planeta.

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