Cada poblado de Costa ce Marfil tiene una parcela en el bosque cercano donde viven los espíritus de sus ancestros. Es el bosque sagrado de cada grupo, un lugar tabú para los foráneos.
En el bosque sagrado se recluye a los que se van a iniciar, se practican las circuncisiones, se habla con las máscaras de sabiduría y se imparte justicia.
En el bosque sagrado de los poblados dan, la gran máscara Glewa danza al frenético ritmo que imprime su genial orquesta de percusionistas.
Tiene los ojos tubulares y una gran boca. Es invocada para resolver problemas de justicia o grandes cuestiones que afectan a la comunidad entera.
Es una máscara de paz, y por eso muy venerada. Las mujeres bailan para adorarla y pedirle su bendición. Sus decisiones son irrevocables. Aquellos que las desobedecen son castigados y mueren envenenados por los verdugos de la sociedad secreta del Gor.
De esta misteriosa atmósfera de la jungla, surge como un espectro la gigantesca cúpula de la basílica de Yanmosucro.
Es una replica del vaticano, una colosal obra religiosa en medio del bosque. Mil quinientos obreros que trabajaron día y noche, tardaron tres años en construirla. Fue el sueño de un hombre devoto, del primer Presidente de Costa de Marfil Felix Ufue-Buañi, que gobernó desde la independencia en 1960 hasta que murió en 1993.
El complejo sacro, que cuenta con una replica de la plaza de San Pedro, con columnata de Bernini incluida, se termino en 1989 y fue consagrado por el Papa Juan Pablo II en 1990, durante su tercera visita a este país.
Ufue-Buañi dilapidó gran parte de su fortuna en esta titánica edificación que luego regalo al Vaticano, propietario actual de esta basílica que es regentada y mantenida por la Curia Romana.
128 columnas dóricas de 30 metros de altura, 7 hectáreas de mármol traído de Italia, Francia y España, y 7400 metros cuadrados de vidrieras, componen este monumental edificio que siempre esta vacío, pues las gentes de estas tierras tienen otros credos, otros dioses a los que atender.
En este dibujo podemos observar las dimensiones de esta basílica, a la derecha, con respecto a las del vaticano, a la izquierda.
Una de sus veinticuatro grandes vidrieras representa la llegada de Jesucristo a Jerusalén. Arrodillado al lado del asno que monta Jesús, se ve a Ufue-Buañi vestido de apóstol.
A la izquierda, con túnicas de la época, el arquitecto de la basílica, el libanés Pier Facouri y sus ayudantes, dan la bienvenida al Señor.
Aquí caben 7000 personas sentadas. Cada banco tiene sus propios altavoces y sus rejillas de aire acondicionado.
Bajo el baldaquino, presidiendo el gigantesco presbiterio, una cruz de oro macizo de 50kg. de peso, trata de convencer sin éxito a los africanos, de que Jesucristo fue tan pobre como ellos.