Australia. El Gran Tiburón Blanco | Océano Vivo

La costa sur de Australia, bañada con las frías y ricas corrientes de la Antártida, alberga una proliferación desmesurada de especies, entre las que se encuentra el gran tiburón blanco.

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Encontramos al gran tiburón blanco en las aguas de la costa sur de Australia, un continente repleto de vida alimentada por las aguas provenientes de la helada Antártida. Con sus dos toneladas de peso, este gran depredador salvaje merodea por las playas australianas en busca de su más ansiada presa, el león marino. Nos sumergimos en el continente australiano para observar las hermosas y variadas criaturas que se esconden en sus aguas siempre temerosas del gran matador, el tiburón blanco.

Las aguas que bañan el sur de Australia conservan la fuerza de una antigua unión. Hace 50 millones de años que esta isla-continente se separó de la Antártida, abandonándola a las corrientes frías que la helaron. Ahora, fuertes vientos llamados los 40 rugientes, baten con fuerza esta costa atormentada, trayendo desde el hielo hasta aquí la vida en forma de ricos nutrientes transportados por las corrientes del Polo Sur.

Las aguas frías de la Antártida, a 2.000 kilómetros de aquí, se cargan de minerales en las profundidades bajo el hielo, y suben a la superficie repletas también de oxígeno y dióxido de carbono. Aquí, en la costa sur australiana, afloran a la superficie propiciando un estallido de vida, una proliferación desmesurada de especies que va desde los comedores de plancton hasta los depredadores especializados. Para los tiburones este es un lugar de abundancia. El diseño básico de sus cuerpos tiene 300 millones de años de antigüedad, y es literalmente perfecto.

Pero solo uno de ellos se llama Muerte. Mas allá del arrecife está el reino del gran matador, el límite azul, las aguas frías que se tiñen de rojo cuando el hambre lo exige. El gran blanco, dos mil kilos de fuerza salvaje al servicio de una boca. Un animal prodigioso que estamos aprendiendo a admirar tras cientos de años de pavor ciego.

Vamos con él a su casa.

Cuando Australia se desplazó hacia el norte y la Antártida hacia el sur, el sistema de corrientes oceánicas quedó modificado. La Antártida se heló y Australia metió su cabeza en las corrientes tropicales. Hoy, ambas influencias se mantienen, y conforman los dos tipos de aguas que vamos a conocer.

A menudo se piensa que el mar está repleto de vida, que por todas partes nadan criaturas de un tamaño o de otro. Sin embargo no es así; de hecho el océano abierto es casi como un desierto, sin nada que comer, ni nadie que se lo coma. No es el caso de este litoral. Cuando las aguas frías que llegan aquí, ascienden a la superficie, toman contacto con el sol y se calientan. Pero no sólo eso, sino que es precisamente la presencia de la luz la que obra el milagro que hace florecer la vida en éstas playas.

Las aves marinas capturan pequeños peces y crustáceos que a su vez deben su abundancia al plancton y a las algas microscópicas que medran junto a la costa.

Al formar colonias de miles de ejemplares, estas mismas aves marinas contribuyen a la fertilización de las aguas dejando caer en ellas sus excrementos ricos en nitrógeno.

Se ha demostrado científicamente en otros lugares del mundo con condiciones similares, que cuando estas colonias de aves desaparecen, al poco tiempo las aguas cercanas pierden gran parte de su riqueza en peces pequeños.

Eso no ocurre en el sur de Australia. Aquí la cadena de comedores y comidos se mantiene intacta y dispuesta a aprovechar al máximo el regalo que la Antártida envía en forma de alimento disuelto.

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