Australia. El Gran Tiburón Blanco | Algas Pardas

En la costa de Australia, las algas pardas forman auténticas selvas que dan cobijo a una enorme variedad de especies animales y vegetales, 20 veces superior a la de las aguas del trópico.

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Las algas pardas forman auténticos bosques creciendo desde el fondo en busca de la luminosidad de la superficie. Las aguas batidas y transparentes permiten que el sol penetre lo suficiente como para que se dé el milagro en el que se basa la vida: la fotosíntesis. Allí arriba, donde los otarios y las focas se sienten tan a salvo de los tiburones, que están a punto de establecer sus colonias de cría.

El proceso comienza con el final del invierno antártico. Las horas de luz se van haciendo más largas hasta ocupar todo el día. Así, los en principio gigantescos bloques de hielo, se van derritiendo paulatinamente a causa de la insolación. Entonces la superficie del agua se calienta provocando el movimiento de las corrientes que hacen resurgir el agua fría del fondo cargada de minerales. Esta corriente helada y rica en nutrientes llega hasta la costa de Australia como un regalo del Polo Sur. Su fuerza regeneradora produce de inmediato un efecto apreciable a simple vista: son extensas masas de algas pardas que proliferan a lo largo de cientos de kilómetros de costa.

A su amparo florece la vida animal y vegetal, primero en forma de algas microscópicas, y más tarde como zooplancton que se alimenta de ellas.

Como auténticas selvas que son, las algas dan cobijo a millones de criaturas que confían en pasar desapercibidas entre sus frondas. Los bosques de kelp como estos son habitados por tal número de especies, que su variedad faunística es hasta 20 veces superior que la de los mares tropicales de aguas cálidas. Las algas pardas se fijan al sustrato mediante un fuerte soporte en forma de garra cuya función es exclusivamente el hacer de ancla frente a la fuerza de las tormentas y corrientes. No absorben nada ni comparten ninguna otra similitud con las raíces de las plantas superiores.

Su fuerza de arraigo es enorme, lo suficiente como para resistir el empuje del resto de la planta, cuya obligación biológica es flotar para acercarse a la luz de la superficie.

Los peces herbívoros como estos pastan como en cualquier pradera junto a un bosque; ellos son los encargados de dar un paso más en la pirámide ecológica transformando las algas en carne. Su patrón cromático es el mismo que el de las cebras; lo más llamativo que puede encontrarse en este ecosistema de seres discretos; pardos, ocres y turbidez.

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