El vudu surgió en Haiti en el siglo XVI con el tráfico de esclavos desde Africa occidental hacia America. Este hecho produjo un sincretismo entre la religión cristiana de los habitantes americanos y las creencias religiosas de los esclavos africanos.
Pocos años después del Descubrimiento de América se inicia el tráfico de esclavos con el nuevo mundo. Durante más de tres siglos, los buques negreros no cesaron de realizar sus siniestras singladuras cargados con su vil mercancía humana. Millones de personas fueron capturadas en Africa y vendidas en América. A finales del siglo XVIII, sólo en Haití, había una población dfre 2.900.000 esclavos africanos.
A partir de 1697 Haití pasa a ser una posesión francesa y pronto se convierte en la primera productora de azúcar de América y también en uno de los lugares con más esclavos del mundo.
Hoy podemos encontrar algunas de las antiguas haciendas azucareras convertidas en museos. Enormes alambiques para destilar el ron, prensas donde se extraía el jugo de la caña y depósitos elevados donde se guardaba el fruto del trabajo que realizaban los esclavos a golpe de látigo.
Las condiciones de vida de los africanos cautivos en estos patios eran atroces. Después de sufrir las penalidades de un viaje donde morían habitualmente el 20%, llegaban a las subastas extenuados y enfermos. Las familias eran separadas y sus miembros vendidos a diferentes colonos. Padres e hijos nunca volvían a encontrarse.
Los capataces aplicaban duros castigos a los que no se empleaban a fondo en su trabajo y los cazadores de esclavos huidos sometían a sus presas a tormentos ejemplares que llegaban a ocasionarles la muerte. Muchos sucumbían víctimas de las heridas que les producían los pesados grilletes, o deshidratados al sol encadenados a estas siniestras cruces.
Cabo haitiano era el punto donde los negreros solían desembarcar su mercancía de ébano, como llamaban a la carga maloliente de esclavos moribundos que superaban el viaje. Hoy es una de las ciudades coloniales más bellas de Haití. Sus casas nos hablan del pasado opulento de los colonos franceses que dirigían las plantaciones de caña.
La población negra de la colonia a finales del 18 llegó a ser de unos tres millones y las dificultades para controlarla eran cada día mayores. Los negros que se fugaban, los llamados marrones, se escondían en las montañas y se organizaban en grupos rebeldes muy numerosos.
Los rumores sobre la Revolución Francesa dieron nuevas fuerzas a los insurrectos. Boukman, el líder de los marrones, organizó una gran ceremonia secreta en BOIS CAIMAN. Aquella noche del 14 de agosto de 1891, se sacrifico un cerdo negro y todos bebieron su sangre. La revolución de los esclavos había comenzado. La consigna era clara: cortar cabezas, quemar casas y arrasar plantaciones. En pocos días murieron más de mil blancos. Los aterrorizados colonos dieron pie a la leyenda de que los negros pactaron con el diablo la noche de BOIS CAIMAN.
Muchos esclavos fueron apresados y ejecutados. El marrón Makandal fue quemado vivo convirtiéndose en el mártir legendario que todavía hoy es invocado en las ceremonias de vudú.
Toussaint Louverture se erigió en líder de los negros y puso en pié una rebelión que duró diez años, hasta que el día 1 de enero de 1804 Haití proclamó su independencia convirtiéndose en la primera república negra del Nuevo Mundo.
Dos años después, el general Henry Christophe se proclamó rey y construyó la Citadell en el norte, mientras que el mulato Petion se hizo con el sur.
La construcción de esta colosal fortaleza para defenderse de los franceses que nunca volvieron, duró 14 años. Cada piedra tenía que transportarse a mano hasta 980 metros de altitud. 20.000 personas murieron en su construcción. Cuenta la leyenda que Christophe mandaba empalar en los enormes muros de la ciudadela a aquellos que se negaban a trabajar.
Podía albergar a 10.000 personas y por su situación geográfica era prácticamente inexpugnable. El rey Christophe acumuló un arsenal de más de 250.000 balas para los diversos tipos de cañones que instaló en sus cientos de troneras. La Citadell, la mayor fortaleza del Caribe, quedó anclada en las montañas como testimonio de la lucha del pueblo haitiano por su independencia.
Cerca de la Citadell, Christophe se hizo construir el palacio de Sans Souci a imagen del de Federico II de Prusia. En 1820, al pie de sus escaleras, cerca de la iglesia, el excéntrico rey terminó con su vida disparándose una bala de oro con su revolver de plata. Había reprimido excesivamente a sus súbditos, que se sublevaron forzando su suicidio.
Un sencillo monumento le une a los otros Padres de la Patria en lo alto de una loma cerca de Cabo Haitiano.
En este tiempo de lucha, pese a las autoridades coloniales y a la represión de la iglesia, el fenómeno vudú había nacido. Las divinidades africanas que viajaron en las mentes de los esclavos se habían conjugado con la doctrina católica de los colonos. Una nueva religión había nacido
Con las banderas, que representan las diferentes tribus de los antepasados, los lakús o monasterios vudú se encuentran diseminados por todo el país. Suelen estar ubicados en los lugares donde se escondían para orar los antiguos esclavos que huían de las plantaciones.
El vudú es una religión íntimamente ligada a la naturaleza, muchas de sus deidades moran en ríos, valles y montañas.
Hay muchos escenarios naturales que son verdaderos santuarios. Los devotos se retiran a estos lugares para meditar y encontrarse con sus loas, o espíritus familiares, y con las principales fuerzas del universo. Observatorios espirituales que facilitan la comunicación con el más allá.
El vudú condiciona y preside la dinámica social de este pueblo; siempre está presente en este mundo donde todo lo que sucede, sea bueno o malo, es atribuido a la acción directa de los espíritus.
La playa de Limonat es un destino de peregrinaje. Hasta aquí llegan practicantes desde los lugares más alejados del país, para realizar ceremonias de Guiné y suplicar el favor de Erzuli, la madre tierra, la diosa del amor, que se identifica en el sincretismo con la Virgen María.
A la sombra de los árboles sagrados las familias se van turnando para realizar sus ceremonias. Ofrecen comida y ron principalmente y esperan que Erzuli se presente, que posea el cuerpo de alguien. Como en este caso el de la mujer del pañuelo rojo.
Erzuli es coqueta y practica la seducción sin distinciones de sexo. Lo mismo puede entrar en el cuerpo de un hombre que en el de una mujer, pero todos la reconocerán enseguida por sus movimientos provocativos.
Cada practicante reconoce en esta posesión a diferentes entidades. Su traducción sincrética sería la Virgen de Alta Gracia, la Virgen Negra o del Monte Carmelo y, a veces, Santa Filomena, identificada en vudú como una sirena que viene del mar o del agua dulce.
Otros participantes sufren también severos trances. La gente les auxilia y les respeta, puesto que en esos momentos sus almas no residen en ellos. Son los lúas o espíritus los que han tomado sus cuerpos para expresar sus deseos.
Mientras duran las posesiones, son frecuentes las exhibiciones que demuestran la protección que les confiere el influjo de la divinidad que mora en ellos.
Cada lúa tiene unos colores diferentes, por eso para invocarlos se utilizan pañuelos de diferentes colores. El polvo de caolín blanco también sirve para atraer a determinadas deidades y para identificarlas.
Erzuli acaba de reconocer a un servidor suyo por los anillos que adornan sus manos. Se trata de alianzas que demuestran que este hombre ha contraído matrimonio con ella. Cada persona puede casarse con su lúa protector. Reúnen a sus familiares y testigos y van al OUNFO o templo vudú, donde se celebra la boda mística. A partir de ese momento, el cónyuge terrenal tendrá que observar abstinencia sexual los días concretos que designe su lúa. Por ejemplo Erzuli prescribe los martes y jueves: en estos días se podrá presentar a sus siervos en sueños.
Aquí en Limonat el vudú convive con la iglesia. Los devotos alternan sus prácticas sin ningún inconveniente. Desde antaño, cuando los colonos prohibían sus cultos religiosos africanos, los esclavos se veían obligados a adorar a sus dioses arrodillados frente a la iconografía católica. Así surgió el sincretismo donde la mayoría de los lúa en vudú tienen correspondencia con divinidades y santos cristianos.
Las banderas anuncian que este es un lugar sagrado, una habitación donde viven algunos espíritus. Es la casa de Josefine. Su lúa amigo le rebeló en un sueño cómo debía pintar su patio para favorecer el encuentro con los espíritus que viven en estos árboles.
La filosofía vudú está íntimamente ligada a la naturaleza, por eso su carácter ecologista. Nadie se atreve a talar los árboles dado que en ellos suelen morar los espíritus, y especialmente LOKO, protector de los bosques.
Por todo el país podemos encontrar lakús, pequeñas poblaciones que se han creado en torno a un templo. Un gran mapú sagrado, como llaman a las ceibas, preside este lakú de los KONGO. El poder de las ceibas les viene dado por la creencia de que pueden hablar con dios. Desgraciadamente, los franceses talaron la mayoría cuando luchaban contra la rebelión de los esclavos.
Los lakús son células de población autosuficientes. Los trabajos son comunales, así como el producto que se obtiene de ellos. Cada lakú está regido por un HOUNGÁN o sacerdote vudú, que se llama MAMBO si es una mujer, y asistido por un consejo de ancianos. Sus habitantes suelen tener las mismas raíces africanas: Congo, Dahomey, Mandingo, Ewé, etcétera.
En el interior del templo se encuentra el peristil, presidido por el POTO MITAN, la columna por la que descienden las fuerzas invocadas.
El altar refleja una vez más el sincretismo de este culto que nació de la guerra pero que hoy mantiene sus machetes enterrados en símbolo de paz.
El HOUNGÁN realiza una limpia que también tiene un efecto de protección contra los conjuros y nos muestra la casa de SHANGO, el lúa del trueno y las catástrofes, que equivale a Santa Bárbara.
Este otro lakú es dahomey. Su arquitectura nos lleva a otra región africana de donde partieron las deidades yoruba, los OREXAS.
La religión vudú actúa como un elemento aglutinante, que une y encaja el abanico de costumbres diferentes, de los diversos grupos étnicos de donde procedían los esclavos que poblaron Haití; apuntalando una sociedad que debe su existencia a este culto religioso.
Otros lugares santuario son algunas lagunas donde habitan espíritus que limpian, curan y dan suerte a los creyentes. En Plaine-du-Nord la gente se sumerge en el lodo y realiza sus ofrendas de ron.
Tocado con el gran sombrero de paja que caracteriza al lúa SAKA, Filo Pascal, prestigioso periodista y veterano luchador por la libertad de su pueblo en el régimen anterior, nos sirvió de introductor. Gracias a él pudimos conocer el verdadero vudú y salvar los numerosos obstáculos que nos puso la mafia que acota y vende este culto a los extranjeros.
En los cementerios, entre los muertos, se realizan gran número de ceremonias. La gente no tiene miedo en estos lugares: por ejemplo es normal, y un gran honor, que alguien duerma sobre la tumba de su padre.
En todos los cementerios está la tumba del Barón Sammedí, el rey de los muertos, aunque en algunos sólo sepan identificarla los del propio pueblo, para evitar que los forasteros trabajen allí. Normalmente se reconoce por su gran cruz y corresponde a la primera sepultura que se realiza.
Al pie de la cruz, el HOUNGÁN ahuma un papel sobre las velas para que el lúa Gran Camino autorice el paso hasta el Barón Sammedí. Después tendrá que dar su autorización KAFÚ, que controla los cruces entre el mundo terrenal y el más allá.
Se prepara un fuego con palos de pino y papeles escritos con el nombre de alguien para hacer un amarre, o sea, amarrar a una persona para que no deje a otra. También utilizan polvos especiales fabricados por el HOUNGÁN. En vudú estos polvos son muy importantes. Cada HOUNGÁN tiene sus propios preparados, que pueden ir desde los polvos curativos, hasta el polvo zombi. El ron y el gas-oil sirven para calentar a los espíritus, que suelen vivir en el agua y siempre tienen frío. El calor les atrae y el HOUNGÁN es montado por el Barón de Sammedí, que equivale a san Expedito, por eso el nombre de expedición de esta ceremonia.
Nadie puede negarse a devolver su violento saludo, que transmite la energía del otro mundo.
Esta ceremonia se realiza para que el Barón imparta justicia en algún conflicto y ejecute su sentencia sobre el culpable. Las muñequitas rojas y negras representan a los protagonistas, hombres y mujeres, del litigio que se expone.
Este poderoso HOUNGÁN, cuando es poseído, tiene el poder de comer cristal. Su lúa así lo demanda. El Barón Sammedí reina sobre todos los GUEDÉ, los espíritus de los muertos. Cuando monta a alguien se muestra bromista y emplea palabras obscenas. Es el lúa de la sexualidad y se enamora de las mujeres; baila imitando el coito y siempre fuma mucho.
Terminado el trabajo, el Barón se recuesta en una tumba y se dispone a abandonar el cuerpo que ha poseído.
El HOUNGÁN se asusta cuando el Barón se marcha: no sabe como ha llegado allí, no se acuerda de nada.
En Berré ha muerto una señora mayor y se ha convocado la fiesta de defunción que durará toda la noche. Con los cánticos, estos jóvenes tratan de animar al hijo, que sentado a una pequeña mesa mira las fotos de su difunta madre.
Todo el pueblo participa de la fiesta. Es un deber social atender a los difuntos desde el instante en que se produce la muerte.
En la parte de atrás de la casa, las mujeres preparan café para que la gente pueda aguantar toda la noche en vela y la fiesta tenga éxito.
Para ellos, el sentido de la muerte es totalmente diferente al de los cristianos. El ciclo se renueva, la muerte es el final del tránsito de la vida. Ahora el alma del difunto caminará hacia el pasado para encontrarse con sus ancestros.
Al día siguiente, la gente acude con sus mejores galas al entierro.
Las escenas de dolor se suceden. Hay que gritar mucho para que el muerto se entere de que está muerto. El alma no abandona el cadáver inmediatamente, se queda a su lado y hay que convencerle de que se vaya con los GHEDÉ, si no, podría molestar a los vivos. En algunos sitios se le dan muchas vueltas al féretro para que el muerto se pierda y no encuentre el camino de vuelta a casa.
En el centro de Puerto Príncipe, la capital de Haití, encontramos el Palacio Presidencial que habitaron los sangrientos dictadores Francoise Duvallier, Papa Doc, y su hijo Baby Doc.
Frente a la fachada se encuentra la estatua del esclavo Toussaint Louverture, que dirigió la lucha contra los franceses. Al otro lado, la figura de un esclavo haciendo sonar un lambí, símbolo de la caída del poder colonial y de la lucha contra la opresión esclavista.
Haití es la galería del arte Naîf. La iglesia de la Trinidad es la primera que permitió la entrada a esta manifestación artística de un pueblo que tiene la necesidad de expresarse pintando de esta manera. Haití es el país del color. La gente pinta sus casas, sus calles y sus coches colectivos, los famosos TAP-TAP.
El pueblo Haitiano ha sufrido innumerables agresiones y su libertad ha sido reprimida en muchas ocasiones. Quizá la más trágica, por reciente, sea la llevada a cabo por los dictadores DUVALLIER con sus regímenes de terror sustentados en prácticas de brujería y magia negra. Estaban rodeados por sus tropas de TOM-TOM MACOUTTES, la mayoría de los cuales eran BOKÓ, brujos que trabajan el lado oscuro del vudú: el “DÉ MÉ”, que quiere decir “con las dos manos”. Esta práctica es la opuesta al GUINÉ, en el que el HOUNGÁN sólo emplea su mano derecha.
La Iglesia Católica no convive bien con el vudú, al contrario que los vuduistas, que no plantean problemas para convivir con ella.
Al costado de la Catedral, la gente reza y pide auxilio ante una figura de Cristo que ocupa un lugar preferente en sus creencias. En los cementerios de Puerto Príncipe se celebran rituales a diario. A los muertos hay que atenderlos bien, si no, en vez de ayudarte te molestarán.
Junto a Filo Pascal asistimos a una misa que ofrece por un pariente difunto ante el Barón Sammedí.
Se le ofrece comida y ron que al final serán repartido entre los pobres que por eso acuden a los cementerios. Un año y un día después de la muerte, los familiares tienen que liberar el alma del difunto, que hasta ahora reside en el agua. Deben realizar una ceremonia muy costosa en la que sacrifican un buey. Si la retrasan mucho tiempo, el difunto puede revelarse contra ellos
En la ley tradicional del vudú, la pena máxima no es la muerte, es la zombificación. Los HOUNGÁN que hayan sentenciado, designarán a un verdugo que soplará el polvo zombi para que el criminal lo inhale sin darse cuenta. Al poco tiempo morirá aparentemente, sin que nadie sepa la causa, y será enterrado. Pasado un tiempo le desentierran, le aplican un antídoto y le roban el alma. Obedecerá y trabajará de por vida para los HOUNGÁN. En realidad le someten a un estado cataléptico producido por el Tetrodotoxín, el principal componente del polvo zombi. Su cerebro no recibe el suficiente riego sanguíneo, lo que unido al shok de ser enterrado vivo, provoca que sus facultades mentales queden irreversiblemente dañadas.
Pero los que trabajan el “DÉ MÉ” también pueden utilizar estas siniestras técnicas por venganza. Por eso hay gente que envenena a sus muertos antes de enterrarlos, podrían haber sido víctimas de un Bokó y ser convertidos en zombi.
Las sociedades secretas más importantes nacieron hace mucho tiempo y fueron el verdadero soporte espiritual de la sublevación de los esclavos. Sus ceremonias, como esta de bossú, son más violentas porque invocan a los lúa petro originarios de Haití.
Los vuduistas inhalan unos polvos preparados por los HOUNGÁN que estimulan sus sentidos y les mantienen despiertos durante toda la noche. A partir de ahora el ambiente se irá caldeando hasta conseguir un climax donde casi todos sufrirán severos trances: los lúa petro han llegado.
Los buques negreros también arribaron a Cuba creando otra gran población africana. Aquí se llamó cimarrones a los esclavos rebeldes que también tuvieron que ganar su libertad. Sus creencias dominantes eran las yoruba, que al sincretizarse originaron lo que hoy se llama santería o Regla de Ocha. Una religión que de una forma más o menos intensa, practica la mayoría de la población.
Todos los rituales santeros comienzan con el humero de hierbas como la albahaca o la siempre viva. Aparte de la purificación de los practicantes, en la santería siempre tienen que estar presentes los espíritus de la vegetación, de los animales y de los hombres.
Visten de blanco y adoran a las mismas deidades que en el vudú haitiano.
Olga sujeta la gallina que van a sacrificar a EXÚ. El babalawo que fue a ver, consultó el oráculo de IFA y le indicó lo que tenía que hacer. Corría el peligro de que algún hombre se burlase de ella. El oficiante tira los cocos, según caigan boca arriba o boca abajo, sabrá si ECHÚ, que rige la creación, y está muy cerca de OLOFI, el Dios santero, admite el sacrificio. Luego hace partícipe del mismo a todos los congregados. De esta manera, aunque sea él el que realice el sacrificio, la responsabilidad será de todos.
La emanación del fluido vital sustituye a la vida humana. Se da vida para preservar la vida y establecer un lazo de unión con el orden sobrenatural. En estos altares vemos otra vez a los dioses africanos: OKUN, el guerrero SANGÓ, el OREXÁ del trueno y los relámpagos, o Santa Bárbara en el sincretismo. El dedicado a los ancestros. El de ORULA, intermediario de OLOFI, el sol, y arriba OBATAlÁ, el dueño de las mentes, que equivale a la Virgen de las Mercedes.Y por último San Lázaro Sojano, el de las epidemias y enfermedades.
Antes de consultar al IFÁ, el oráculo sobre el que gira toda la santería, invocan a ORULA, que viene desde el sol. Aquí las ceremonias se realizan en las casas, con la falta de vivienda que hay en Cuba, sería un lujo tener un templo. Beben el Rara-Ekuó, un refresco de maíz que les protege del calor que llega del cielo a través del espíritu de ORULA.
Mediante el paño rojo y el canasto, el gran espíritu queda atrapado durante el tiempo que dure la consulta.
La técnica de adivinación del IFA yoruba es complicadísima. Más de mil deidades pueden presentarse en forma de combinaciones matemáticas. El babalawo debe interpretar correctamente, e identificar la respuesta final a la consulta, que será la decisión y el mandato de ORULA.
El oficiante va agitando las semilla y según el número de ellas que queden en su mano izquierda, marcará con los dedos una o dos rayas de diferente longitud. Cuando el propio ORULA se presenta todos se arrodillan. El oráculo queda abierto para la consulta.
Jacinto es miembro de la sociedad secreta AWUAKA y hoy se somete a la iniciación en el Palo de Monte, la magia negra cubana.
La diferencia fundamental entre la santería y el Palo, es que aquí se trabaja con los muertos en lugar de con santos.
El culto se sustenta en la prenda mayombe, las ollas donde atrapan a los muertos para utilizarlos en sus rituales. Si la prenda tiene cruces, es para hacer el bien, si no las tiene, es para la magia negra; estará tapada con paños negros y se llamará la prenda judía. Usan los palos de diferentes maderas, piedras, huesos humanos, herraduras, cocos y el cráneo de un muerto. Terminada la elaboración de la prenda, Jacinto es conducido hasta el altar. Los cánticos anuncian la acción que realizan. Son claros y repetitivos para dirigir a la prenda y garantizar que el rito llegue a buen fin.
Jacinto se va sometiendo a las duras pruebas. Con sus ojos vendados y sin saber que nueva disciplina le van a aplicar, su estado de ánimo se altera. Ningún aspirante conoce previamente en qué consiste la ceremonia de iniciación. Sólo saben que es dura y que no todos resisten hasta el final. Al poco se sienten mareados. Sus rodillas están entumecidas y tiembla de excitación. Necesita un descanso, la incertidumbre no le permite controlar sus nervios.
Sus compañeros le animan pero le apremian para que continúe firme: “Esto es sacrificio, debes sufrir por la prenda”.El oficiante le raya. Esculpe en su piel, con la navaja, las marcas de identidad de Siete Rayos, el Espíritu SANGO para los santeros. El aspirante se encuentra extenuado, pero lo peor ya ha pasado, sólo le resta recibir las bendiciones.
Tras cinco horas con los ojos vendados, Jacinto debe acostumbrar su vista a la luz. Ahora le explicarán los fundamentos secretos de su nueva religión.
Terminada la iniciación tienen que dar de comer a las prendas mayombe. Para ello sacrifican una cabra y dos gallinas. Su sangre colmará el apetito de los muertos que ayudarán al iniciado a recorrer el camino del Palo Monte.
Bebed en la cabeza de la cabra. Tomadla como si fuera la nuestra y permitidnos seguir viviendo.
Los santeros también adoran a OLORUM, la sirena marina que vive en las profundidades. Le hacen ofrendas de frutas y flores y le piden que acepte las acciones que desean emprender y les ayude a superar las penalidades. Es una deidad amiga que siempre esta cerca.
Brasil fue el otro punto a donde llegaron gran cantidad de esclavos en la época de la trata. A finales del siglo XVIII se calcula que había una población de cerca de 9 millones de negros africanos.
Aquí también se desarrollaron religiones y cultos sincréticos como el candomblé, la makumba y la umbanda. Blancos y negros practican actualmente estos cultos que han ido evolucionando al mismo tiempo que sus adeptos ibas siendo de escalas sociales más altas.
La umbanda se basa en el culto a los EGÚN, entes de mucha luz espiritual, fuerza y sabiduría. Su objetivo es atraer a estos espíritus beneficiosos para la práctica del bien.
Aquí los tambores y el ritmo juegan un papel primordial. Cada espíritu tiene su propio toque y su propia cadencia.
Sus altares están dedicados a las mismas deidades que en vudú y en santería: EXÚ, OGGUN, el guerrero; LEMANYÁ, la sirena; OBATALÁ, el creador, XANGÓ, y el resto del panteón africano.
El Pai de Santo, el sacerdote de Umbanda, dibuja en el suelo el símbolo de EXÚ, el señor de los caminos, el Pai ancestral, el intermediario entre hombres y espíritus. En el sincretismo se le compara con San Pedro. El pai de santo ha sido montado por la deidad invocada y le caracterizan con los atributos de EXÚ.
Se trata de un espíritu bromista que bebe y fuma mucho, pero que es beneficioso y amante de los niños.
Aquí también existe el mundo oscuro, la magia negra. Fetiches Vodum de Dahomey que en un lugar reservado pueden ejercer su siniestra influencia.
Existen templos de umbanda enormes, como este de Río de Janeiro, con cientos de miles de adeptos. Algunos tienen campos de deporte y otras actividades, y realizan una importante labor social: orfelinatos, centros de acogida, ayuda a los barrios pobres. Es la evolución de una religión tan antigua como el hombre, que se ha ido depurando y sofisticando pero que prevalece en sus más puros conceptos espirituales.
Periódicamente, los practicantes se reúnen y realizan sesiones donde, nuestras ya más que conocidas deidades africanas, descienden y transmiten sus mensajes. Los trances son menos bruscos que en otros cultos, pero todos se encuentran con su santo amigo.
Todo empezó una noche en Africa, cuando un negro sacrificó su gallina y la ofreció a los espíritus que veía en las estrellas, dioses que viajaron como esclavos y que ayudaron a sus fieles seguidores a conseguir la libertad.
Quizás todo lo que hemos visto no sea real. Quizás los espíritus ni existan ni convivan tan próximos a los vivos. En occidente nos es difícil creer en estas religiones, pero teniendo en cuenta los millones de seres humanos que sienten estas fuerzas y son capaces de interpretarlas, merece la pena hacerse la pregunta y dudar.