Reserva natural del Cabo de buena esperanza 4

La reserva natural del cabo de buena esperanza posee el reino floral más pequeño de todos ocupando tan solo el 0,04% de la tierra firme del planeta y, sin embargo, contiene un número de endemismos mayor que el del resto de los gigantescos reinos florales del mundo.

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En el extremo sur de Africa se encuentra el Reino Floral de El Cabo.
Los botánicos dividen el mundo en seis reinos florales en base a las especies vegetales que crecen en ellos. Cinco de los seis reinos ocupan continentes enteros y sus islas adyacentes. La vegetación de Eurasia y Norteamérica, por ejemplo, forma un reino único que abarca casi todo el hemisferio norte; otro abarca las tierras de Australia, un tercero las del sudeste asiático y los dos siguientes las de sudamérica y la mayor parte de Africa.

El reino floral de El Cabo, llamado también Centro Regional de Endemismos o Fynbos, es el más pequeño de todos ocupando tan solo el 0,04% de la tierra firme del planeta y, sin embargo, contiene un número de endemismos mayor que el del resto de los gigantescos reinos florales del mundo.
Este reino floral linda con las frías aguas del Atlántico por el oeste y con las más templadas aguas del Indico por el este. La unión de los dos océanos y su avanzada latitud sur determinan un clima suave con medias de casi 17ºC. Toda el área está protegida por una red de más de 20 reservas y parques nacionales que se encargan de preservar una naturaleza tan rica y endémica como desconocida para la mayoría de la gente.

La costa oeste de Sudáfrica está bañada por la corriente de Benguela que se origina en el Océano Antártico y al chocar con las aguas subantárticas en su camino hacia el norte, se sumerge bajo ellas hasta llegar cerca de la masa continental africana donde se ve impulsada hacia arriba llevando consigo una ingente cantidad de nutrientes.

El Cabo de Buena Esperanza marca a los barcos el punto de transición entre el sur del Océano Atlántico y el Océano Indico.
Aunque no es el punto más austral del continente, como erróneamente se considera a menudo, el cabo es un lugar histórico. El primer europeo que lo rodeó navegando fue el portugués Baltolomeu Días en 1.487, lo que significó la apertura de la ruta marítima hacia Oriente. Las malas condiciones climatológicas y lo terriblemente peligrosos que resultaban su mar y sus bajíos para la navegación hicieron que Días lo bautizara como Cabo de las Tormentas, pero posteriormente el rey Juan II de Portugal, viendo la importancia comercial de la nueva ruta que abría paso hacia las Indias, lo rebautizó como Cabo de Buena Esperanza. Si bien el Cabo y, en general la costa sudafricana, resulta un paisaje peligroso para la navegación, para la vida salvaje supone un auténtico paraíso.

La riqueza de la unión de los dos océanos y el aporte de nutrientes de la corriente de Benguela producen una biodiversidad extraordinaria.

Aqui viven animales como los Osos marinos, pingüinos jackass, aves marinas, nutrias, la cebra de montaña, babuinos y chakmas o papiones negros y también especies en peligro de extinción como el damasco pigargo.

A pesar de la variedad e importancia de las distintas especies animales que pueblan toda la región, en el Centro Regional de Endemismos o Fynbos, son las plantas las principales protagonistas.

El 5 de Junio de 1.998, Día Mundial del Medio Ambiente, se hizo realidad una idea propuesta en 1.929 por la Sociedad de la Vida Salvaje de Sudáfrica. El presidente Nelson Mandela anunció que la península de El Cabo se convertía en Parque Nacional. 30.000 hectáreas que cobijan más de 2.285 especies de plantas de las que 105 son endémicas, y más endemismos animales que cualquier otro lugar, convierten esta reserva en el parque nacional con más diversidad biológica del mundo.
El presidente Mandela ha calificado al nuevo parque como un regalo de Sudáfrica a la Tierra y recuerda que durante sus años de prisión en la cercana Robben Island, la vista de Table Mountain, incluida en el área de El Cabo, fue para él un faro de esperanza.
Ahora el parque nacional de la península de El Cabo protege el corazón del reino floral más pequeño y rico del planeta y para cientos de especies únicas, endémicas de este remoto rincón del mundo, se ha convertido, como para el presidente Mandela, en un foco de esperanza que garantiza su supervivencia para las generaciones futuras.

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