Kanha. La Tierra del tigre | Parte 1

El parque nacional de Kanha, situado en la india, es una reserva natural donde habitan tigres y una gran variedad de especies salvajes.

Planet Doc

En la India central, una zona montañosa se extiende 500 kilómetros a través de la provincia de Madhya Pradesh. Las montañas y el cinturón boscoso que las acompaña contienen todavía cerca de la mitad de las selvas y hábitats de la vida salvaje del país.
En estos terrenos boscosos se encuentran los parques nacionales de Bandhavgar, Shivpuri y Kanha, probablemente el mejor lugar del mundo para observar tigres.

El parque nacional de Kanha está considerado como el Ngorongoro de la India ya que las colinas que lo rodean son producto de una antigua actividad volcánica. En realidad lo que fundamenta la comparación es la variedad de especies animales que viven en su interior. Porque en Kanha aún se puede disfrutar de lo que debió ser el maravilloso patrimonio natural de la India hace apenas un siglo.

Kanha encierra una gran variedad de hábitats. Hay distintos tipos de selva, que van desde cerradas espesuras de bambú a una selva mixta caducifolia, y grandes praderas donde crecen hierbas suculentas que son la base de la alimentación de la mayoría de los herbívoros del parque. Las distintas especies de ungulados que viven en Kanha son el alimento principal de los carnívoros, entre ellos los tigres, por lo que son imprescindibles en el equilibrio ecológico de la reserva.

Una de las principales joyas zoológicas del parque son los barasinghas o ciervos de los pantanos. Su fuente de alimentación son las hierbas que crecen en los pastizales de las nalas o llanos cenagosos. La hierba alta y compacta crece en las nalas incluso en verano dado el alto nivel de humedad y ofrece un lugar donde esconderse a los herbívoros y sus crías.

A finales del siglo XIX el barasingha era abundante en toda la India central. Cincuenta años después, a mediados de nuestro siglo, sólo quedaban tres mil y en 1.970 únicamente 66 barasinghas sobrevivían aquí y eran los únicos representantes de su subespecie que quedaban en el mundo.

Las medidas de urgencia que se tomaron para la protección de los últimos barasinghas consiguieron que ya en 1.988 la población hubiera subido a 550 individuos y desde entonces sigue creciendo lentamente.

La clave para la recuperación y supervivencia de estos ciervos se basa en la conservación de su hábitat de hierbas altas. Para ello se tuvo que prohibir el pastoreo en determinadas zonas y trasladar algunos poblados a las afueras del parque. Si se conseguían más herbazales altos habría más comida para los barasinghas, pero, sobre todo, se favorecería la cría de la especie. Porque estos ciervos no se reproducen si no cuentan con un mar de hierbas que puedan esconder a sus crías de los predadores.

Comparte tus comentarios con nosotros!