Cuba | El Manglar

El manglar es uno de los ecosistemas más desconocidos y fascinantes de Cuba donde viven unas criaturas capaces de soportar unas estrictas condiciones de salinidad y oxígeno.

Planet Doc

Llegamos al reino del mangle, el lugar donde otras semillas viajeras encontraron tierra. Es el final de trayecto de nuestra semilla y el inicio de nuestro recorrido por uno de los ecosistemas más desconocidos y fascinantes de Cuba: el manglar.

A pesar de su naturaleza costera el sustrato de los mangles nace en el interior insular.
Las densas selvas que cubren las regiones altas del interior retienen el agua de las lluvias. El agua se filtra poco a poco por el suelo laterítico del bosque y forma ríos que descienden creciendo hasta llegar al mar.
El agua que cayó en zonas altas va erosionando la superficie de la tierra arrastrando minerales y materia orgánica en suspensión y al llegar a la costa el encuentro con la sal del agua marina provoca la sedimentación de este limo orgánico rico en nutrientes.

Es un mundo extraño y siniestro. El limo se condensa formando un barro viscoso, corrosivamente ácido por la falta de oxígeno.
Extrañas formas surgen de la penumbra acuática. 
Hay poca luz por las partículas en suspensión y una creciente salinidad que cambia con las mareas. Pero aquí, en un lecho que parece opuesto a las necesidades de la vida, es donde se asientan y crecen los diferentes tipos de mangle.
Para sujetarse a este lecho venenoso los manglares han desarrollado unas raíces especiales; un sistema de fijación horizontal que convierte al manglar en un laberinto impenetrable.
Estas raíces extraordinarias consiguen extraer los nutrientes de la capa superficial del fango mientras su complejo entramado afianza los limos que llegan del interior evitando que las mareas se los lleven mar adentro. Para conseguir este milagro en un sustrato mortalmente tóxico las raíces aéreas de los mangles cuentan con tejidos esponjosos que absorben oxígeno del aire o bien generan raíces que, desde el fondo, crecen como respiraderos hasta salir por encima del agua.
El resultado es que cualquier semilla insertada en estos fangos asfixiantes germina con rapidez y el manglar crece de forma imparable arrebatando progresivamente terrenos al mar.

En superficie el manglar es una selva de supervivientes. Hay pocas especies vegetales que sean capaces de soportar las restricciones de este sustrato salino y carente de oxígeno pero las que lo consiguen proliferan rápidamente y dan cobijo a una compleja comunidad zoológica. Para las jutías las copas de los mangles son una despensa inagotable. En Cuba existen diez especies distintas y entre ellas es ésta, la jutía cubana de Desmarest o jutía conga, la de mayor tamaño.
Generalmente las jutías son nocturnas pero aquí, en los mangles del norte de la isla, pasan las horas del día escondidas entre las copas de los mangles comiendo hojas, cortezas, frutos e incluso algún pequeño lagarto.
Como cualquier habitante del manglar las jutías se mantienen permanentemente en guardia. Nadie está seguro en este laberinto de sombras. Cerca del suelo el agua esconde temibles cocodrilos y entre las ramas y raíces del laberinto de mangle hay boas que comen jutías así que el mínimo movimiento cercano a las copas las hace ponerse en guardia y huir en busca de refugio.

Comparte tus comentarios con nosotros!