Los leones esperan en el frescor de la sombra el momento idóneo para cazar a un herbívoro que dé muestras de debilidad o esté herido.
Los leones salvajes de África esperan el momento oportuno para cazar. La lluvia ha devuelto la feracidad a la sabana atrayendo a los herbívoros que se alejaron buscando agua en los meses de sequía. Y con la llegada de los herbívoros a Shaba vuelven también los poderosos cazadores, los leones.
Aunque el verdor ha refrescado el ambiente, las horas centrales del día siguen siendo muy calurosas. Para los leones es tiempo de descanso al refugio de alguna sombra. Hace demasiado calor como para intentar la agotadora tarea de cazar a un herbívoro y más aún si éste es un poderoso búfalo cafre. Los herbívoros saben que a las horas del mediodía hay pocas posibilidades de sufrir un ataque y se conforman con tener a los felinos vigilados a favor del viento.
También estas jóvenes leonas descansan entre el frescor de la hierba verde aunque no quitan la vista a un grupo de cebras. Si alguna da muestras de debilidad o está herida, las leonas atacarán sin dudarlo, pero el grupo se mantiene en perfecto estado y los dibujos de sus cuerpos despistan a las cazadoras desdibujando sus siluetas en un maremagno de rayas móviles.
Durante las lluvias cortas, entre diciembre y febrero, las tormentas son frecuentes al atardecer. El clima se suaviza y el calor del día deja paso a un aire fresco y húmedo, una temperatura que esperan los grandes cazadores para entrar en actividad. El ocaso y la noche de Shaba son de una belleza extraordinaria, pero fiel a sus contrastes son también las horas en las que la muerte ronda la oscuridad.
Para las leonas la noche es una ventaja. Los ojos de los leones pueden ver en la oscuridad. Amparadas en el mundo de las sombras, una madre y sus hijas del año anterior acechan a los herbívoros guiadas por los sonidos que llegan de la espesura. Esta noche no están de suerte, del bosque junto al rio, salen tres elefantes y ningún cazador de Shaba se atreve a molestarlos, así que las leonas bajan la guardia y descansan a la espera de nuevos indicios que delaten la presencia de posibles presas.