Tasmania continúa siendo el hogar de este demonio espeluznante que aterrorizó a los primeros colonos de la isla.
Tasmania es hoy por hoy el último refugio de la naturaleza de Australia. Gracias a ser una isla, los dingos no llegaron a ella; y por ser montañosas, los granjeros respetaron gran parte de su superficie.
En lo profundo de sus selvas aún se escuchan los gruñidos del diablo que espeluznaron a los primeros colonos.
Los demonios de Tasmania, junto con un buen número de refugiados animales, sobreviven en estas espesuras lluviosas al amparo de las noches de la isla.
¿Porque no se extinguió?
Ellos consiguieron escapar al más que probable destino trágico del tilacino gracias a varios factores.
En primer lugar sus pieles no son apropiadas para confeccionar nada debido a su terrible olor; por lo que la industria peletera se cebó en los possum como éste de cola peluda.
Su carne, por supuesto, fue descartada al primer intento por idénticas razones, aunque se les servía a los convictos; pero es que, además, son grandes consumidores de aquello que el hombre blanco más produce cuando coloniza: cadáveres.
Primero tilacinos, luego dingos, ahora canguros y wallabies; una interminable carta de platos que la historia reciente de Australia incluyó en sus menús ayudándoles a no seguir al exquisito tigre de Tasmania en su cambio a la extinción.
¿Que ocurre cuando se encuentran dos diblos?
Su olfato hiperdesarrollo ha traído hasta aquí a este macho. Pero el cadáver ya ha sido encontrado por otro diablo de Tasmania que trata de esconderlo ante la competencia. En cuanto dos demonios de Tasmania se reúnen junto a una carroña, todos en el bosque saben lo que va a ocurrir.
Comienzan inmediatamente sus famosos gruñidos. En poco tiempo acudirán otros demonios desde kilómetros de distancia atraídos por tanto alboroto y se unirán a la fiesta; por lo tanto hay que comer deprisa.
Estos akelarres de sonidos grotescos; escuchados desde lejos en medio de la espesura de la selva, ponían los pelos de punta a aquellos primeros colonos de estas tierras, que se encerraban en sus casas aterrorizando imaginando escenas primitivas de monstruos enormes.
El fenómeno no es casual. El efecto disuasorio de estos gruñidos protegió a animales de corpulencia limitada como los diablos del ataque de otros depredadores mayores como los tilacinos. Se trata de un perfecto “farol”, una estrategia intimidatoria que si está ahí, es porque ha funcionado.
Sin duda, esta tierra es para los estómagos agradecidos como los suyos.
Con sus cercas de doce kilogramos, un macho adulto es capaz de comer hasta un cuarto de su peso corporal en una sentada. Devoran hasta los huesos gracias a una mandíbulas poderosísimas capaces incluso de tronchar el cráneo de una oveja.
Frente a la comida, nadie dijo nunca de ellos que tuvieran buen carácter.
Lo cierto es que Tasmania sigue siendo la casa del demonio.
Hoy entrado el siglo XXI, varios biólogos siguen buscando al tilacino en las selvas de esta isla misteriosa. Cada año, alguien dice haber visto uso fugazmente, sin que hasta ahora pueda asegurarse que esos testimonios sin fidedignos.
Descubrir uno vivo podría darnos muchas respuestas; tal vez datos fisiológicos desconocidos que nos ayuden a entender mejor nuestro propio organismo. Tal vez simplemente el placer de conocer a un viejo amigo que creíamos perdido.
Algunas de esas extrañas apariciones de animales sin identificar que podrían ser tilacinos han sido filmadas y enviadas a los especialistas, que las escrutan una y otra vez tratando de adivinar algún rasgo inequívoco de la anatomía del marsupial.
Es posible que siga ahí, en alguna parte, y quizá sea mejor que nadie lo encuentre.
Probablemente está más seguro como leyenda que como lobo real pero Tasmania lo echa de menos.
La vieja isla de la bruma junto a la que tantos marinos navegaron sin verla, contiene aún rincones por los que nadie ha pasado; laberintos enramados entre montañas que albergan la esperanza de hallar uno vivo. Pero el hábitat natural de los lobos marsupiales no son estas selvas; aquí habría llegado bajo presión, y de haber alguno, puede que no resista mucho tiempo fuera de su ambiente.
El secreto continúa oculto en esta isla de diablos tímidos y tigres fantasma, el último refugio del espíritu de Gondwana.