Desde surgió la vida en la Tierra han tenido lugar numerosas extinciones masivas que han acabado con la mayor parte de las especies del planeta.
Extinciones masivas se sucedieron hace millones de años, tantos que la propia vida tuvo tiempo de replantearse dejando atrás criaturas que se perdieron para siempre en los reajustes de un mundo vivo demasiado joven, inexperto y cambiante. Ningún ser humano podrá ver jamás un ictiosaurio vivo, lobo marsupial vivo un dodo; ni un moa; ni un alca gigante....
Somos el vector más eficaz de un fenómeno tan antiguo como la vida: la extinción de las especies. Pero estamos resultando tan eficaces en nuestro papel destructor que al empezar a comprender los mecanismos interdependientes de la vida sobre la Tierra, estamos vislumbrando que tal vez nuestra actividad puede acabar situando a nuestra propia especie en el camino de la extinción.
La vida es, por encima de todo, un misterio. La Tierra se convirtió en un planeta de posibilidades para la vida.
Cada ecosistema, cada nicho, cada espacio sobre la tierra o bajo el mar, fue aprovechado por prototipos biológicos que iban surgiendo conforme el paso de las eras cambiaba las condiciones del medio natural.
Las especies cambiaron según maduraba el planeta.
Los primeros seres vivos tardaron en aparecer casi cuatro mil millones de años desde que una explosión impensable para nosotros - aunque pequeña en la escala universal - diera lugar al sistema solar.
Pero una vez que la vida emitió su primer pulso comenzó a cambiar de forma imparable.
Las formas vivas se multiplicaron variando sus cuerpos, sus capacidades y sus requerimientos de subsistencia. La complejidad de los seres vivos fue aumentando, las posibilidades de adaptación se incrementaron, animales y plantas se diversificaron... Las nuevas especies eran más complejas y sofisticadas; incluso se hicieron sociables dando lugar a comportamientos que favorecían la supervivencia del grupo por encima de la del individuo. Y la Tierra se llenó de especialistas; maravillosas entidades biológicas capaces de perpetuarse a sí mismas.
La vida se extendió hasta los confines de nuestro pequeño y extraordinario planeta.
Pero en este proceso de experimentación y cambio no todo fueron aciertos. Factores terrestres y extraterrestres marcaron épocas de grandes cambios durante las cuales la vida tuvo que volver a empezar. Desde que surgiera el primer ser vivo hasta nuestros días estos grandes ajustes se han llevado consigo el 99% de las especies que han existido. Y lo hicieron en periodos de tiempo concretos, milenios marcados por una inusual mortandad que hemos denominado extinciones masivas.