Cuenca del Orinoco. Llanos de Venezuela 4

En Venezuela existe una inmensa planicie llamada la cuenca del Orinoco. Este lugar pasa cada año por sequias e inundaciones y por ello posee una gran diversidad biologica.

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Venezuela, el país de los tepuis y las playas exóticas, posee en su interior un tesoro natural que todavía hoy es desconocido para muchos. Limitado por los Andes al oeste, la cordillera costera al norte y el macizo guayanés al sureste se encuentra la cuenca del Orinoco, una planicie con tan pocas elevaciones que se ha ganado el nombre de la región de los llanos.
Con las lluvias concentradas en una época del año, los llanos se han convertido en un ecosistema que alterna las inundaciones generalizadas con los períodos de aridez extrema. Una tierra de contrastes cuya riqueza natural sorprenderá a todos aquellos que se adentren en este paraíso desconocido.

El río Apure, en su recorrido por los llanos, se ve flanqueado por una frondosa vegetación. Sobre ella se agolpan unos curiosos vigilantes: los gabanes, también llamados tántalos americanos o cigüeñas de bosque, que como cada año anidan en sus orillas y se alimentan de la fauna de sus aguas.

En el agua hay caimanes y pirañas.
El suelo de los llanos está constituido en su mayor parte por arcillas expansivas que impiden el drenaje. Con la llegada de las lluvias el nivel de los ríos crece y la falta de relieve unido a la impermeabilidad del suelo crea numerosos humedales que en su mayoría desaparecerán durante la estación seca. Al inundarse el suelo las semillas que habían quedado enterradas en el fango el año anterior brotan y las aguas se llenan de vegetación. 

En poco tiempo la superficie de la laguna se ve cubierta de jacintos de agua. 
Los jacintos no anclan sus raíces en el lecho del fondo sino que flotan, alimentándose de los nutrientes que transporta el agua. De este modo pueden ser llevados por la corriente y colonizar con facilidad nuevos territorios.
Esta característica no supone una ventaja sólo para las plantas. Gracias a ella pueden circular libremente bajo la capa de vegetación peces y reptiles como la anaconda. 

El principal regulador de la población de jacintos es un roedor: la capibara. Con sus 50 kilogramos de peso, la capibara es el mayor roedor que habita en nuestro planeta.
Las capibaras paren de 2 a 8 crías, tras 4 meses de gestación. El periodo de celo y apareamiento se produce con la antelación suficiente para que nazcan al final de la estación lluviosa, cuando las condiciones ambientales son mejores para el desarrollo de los pequeños. Las posibilidades de supervivencia rondan el 50 % lo que nos da una idea del potencial demográfico que tienen estos roedores. 

Para los caimanes de anteojos la sequía también supone una época de abundancia. Las charcas que aún permanecen con agua son cada vez más pequeñas y las poblaciones de peces que han quedado atrapadas en ellas son fáciles de pescar.

En los bosques ribereños de los llanos vive una de las aves más extraordinarias y peculiares del mundo: el hoatzín. El hoatzín es único en su género. Resulta tan especial que se llegó a relacionar con el archaeopteryx, el ave prehistórica más antigua que se conoce. Es herbívoro y se alimenta casi exclusivamente de los brotes tiernos, hojas y frutos de dos árboles: el arum y el mangrove blanco. 

Los afluentes del Orinoco sirven de este modo de protección a la misma fauna que se alimenta en sus aguas. Ellos crean los humedales y son en último término el pilar de la vida en los llanos, la garantía de que seguirán siendo en el futuro, como hasta ahora, un paraíso en el centro de Venezuela.

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