Los corales de la Gran barrera han empezado a blanquearse debido al calentamiento global de la atmósfera.
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El noreste australiano está protegido del embate del mar por la mayor barrera de arrecifes del mundo. Millones y millones de diminutos pólipos coralinos han contribuido con sus esqueletos calcáreos a formar una barrera de 348.700 km2, una estructura tan fabulosa que puede verse desde el espacio como una preciosa línea blanca en la inmensidad azul del océano.
Los 2.500 arrecifes que componen la Gran Barrera australiana forman un ecosistema estable que ha mantenido una continuidad durante larguísimos periodos de tiempo. Durante millares de años sólo cambios graduales han alterado este mundo submarino y el resultado de esta situación estable ha sido una biodiversidad sin precedentes.
Los arrecifes de coral constituyen las comunidades naturales más antiguas de nuestro planeta.
Toda esta explosión de vida, todo el abanico de esta biodiversidad deslumbrante, es el resultado de una continuidad evolutiva inalterada durante millones de años; el premio a la constancia, la demostración patente del potencial biológico de nuestro planeta.
Pero desde hace pocos años esta continuidad biológica se ha visto alterada súbitamente; y lo que parecía un mundo inalterable ha visto tambalearse sus cimientos milenarios.
Los corales de la Gran barrera han empezado a blanquearse.
Algún factor externo está matando a los pólipos interrumpiendo el crecimiento y renovación de los arrecifes. Y sin la renovación de los pólipos todo el ecosistema coralino muere.
Toda la diversidad del ecosistema se debe y se sustenta gracias a los más delicados y diminutos organismos del arrecife: los pólipos coralinos. Estos pequeños arquitectos son los responsables de la construcción y renovación de la Gran Barrera y producen para ello más de 100 millones de toneladas de carbonato cálcico al año; una producción que sirve para reparar el desgaste que supone frenar el mar y que genera tanta caliza como la que necesitaríamos para construir 17 pirámides como la de Gizeh,
Pero para que los pólipos puedan construir sus fabulosas corazas calcáreas necesitan a las zooxantelas, unas algas unicelulares que viven en su interior gracias a las cuales se alimentan.
El calentamiento global de la atmósfera provocado por la emisión de gases contaminantes está calentando el agua de los mares. Este aumento mata a las zooxantelas provocando la muerte de los corales. Y sin corales, las costas del noreste de Australia se quedarán indefensas frente al empuje brutal de las mareas.